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Natalia y Juanma

Padres Novatos

La niña ya tiene nombre y un armario lleno

Una de mis mayores preocupaciones desde que me quedé embarazada era escoger el nombre del bebé. Al principio pensaba tomármelo con calma, pero enseguida sientes la presión: tú estás de cuatro meses relajada y una embarazada de siete semanas te dice que ya tiene nombre para chico y para chica, y por supuesto todo el mundo te pregunta con cariño pero no sabes qué decir.

Cuando estaba de 18 semanas, al fin, tomamos una decisión. Mi marido y yo pensamos que, si era niño, llevaría el nombre de su padre y su hermano, Eduardo. Es un nombre bonito y sigue la tradición familiar. Justo unos días después me hicieron la ecografía, el médico me preguntó por el nombre y le conté que por el momento solo tenía de varón. Él se concentró, miró y me dijo: “no es Eduardo, es Eduarda”.

El femenino, sin embargo, no nos convenció nada así que empezamos de nuevo. De vacaciones y relajados hemos encontrado la repuesta. La niña se llamará Inés. Es un nombre corto pero con fuerza y combina bien, ya que nosotros le vamos a añadir dos apellidos raritos, Subirán y Reigadas. Así al menos no tendrá que deletrear su nombre de pila, que cada vez me gusta más. Ahora ya tengo un colgante con su nombre, está puesto en la puerta de su cuarto e incluso bordado en un babero.

No son las únicas compras. La verdad es que la niña ya tiene nombre, pero incluso antes de tenerlo ya tenía un armario lleno de cosas. Al principio fui prudente, pero desde que supe que era una niña se apoderó de mí un afán consumista que sigo sin superar.

“No compres más, que luego te regalan muchas cosas”, me dice la gente, pero no puedo evitarlo. La ilusión hace que pasar por delante de una tienda infantil sea una tentación mayor que el chocolate. Empiezo a entender lo que supone ser mamá porque ya nunca pienso en comprarme cosas, pero me resulta imposible llegar de un viaje o salir por una zona comercial sin comprarle algo a Inés. El mejor ejemplo es que fui a una tienda Disney con mi madre y casi nos aplauden al salir por la cantidad de bolsas que llevábamos.

Mas allá de los vestiditos, los pololos y los gorros y baberos, ahora empiezo con otro reto, equipar su cuarto y comprar el carrito. Parece sencillo pero me da la sensación de que será otra aventura porque hace falta estudiar mucho para conocer ese mundo. El primer día que fuimos a preguntar por los carros, el comprador se puso en jarras, nos miró y dijo: “¿Y qué idea tenéis? ¿Queréis silla, capazo o huevo?”. Fue como si nos hablase en chino, le pedimos más explicaciones y nos miró como un profesor ante el que te presentas sin los deberes hechos. En fin, ya os contaré como acaba esta nueva aventura.

Natalia Reigadas

¿Sois padres primerizos y tenéis dudas? ¿Buscáis respuestas sobre vuestra futura paternidad? ¡Nosotros también!

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