Una de las frases más repetidas con el embarazo es “¡Te va a cambiar la vida!”. Tú no es que quieras desconfiar, pero claro, es difícil hacerse a la idea. Sin embargo pronto empiezas a vislumbrar de qué te estaban hablando.
Hace unas semanas, tras unos análisis, le diagnosticaron a Natalia una anomalía relacionada con el hígado. El susto de la noticia, sumado a la inexperiencia de la médica de atención primaria que le dio los análisis y a nuestra propia inexperiencia como padres, provocó un susto y preocupación como pocas veces hemos vivido en nuestra vida. Y en nuestra mente sólo había cabida para las consecuencias que podría tener esto en nuestro bebé y si ella se encontraría bien.
Por suerte, se trata de una complicación llamada colestasis del embarazo, que es inofensiva para Inés, pero que a Natalia le provoca unos picores bastante molestos, que aguanta con resignación (y medicación).
Lo llamativo es que, mientras que antes nosotros no nos preocupábamos mucho por nuestra salud y no íbamos al médico aunque tuviésemos el dedo colgando, ahora el grado de preocupación que alcanzas por alguien al que apenas has visto tres veces en un monitor es muy superior a cualquier estado de preocupación que hayas vivido anteriormente: ni exámenes, ni haber perdido el empleo, ni nada.
En todo caso, con el apoyo de la familia (que ya ha pasado por otros embarazos, y eso se nota) ya estamos más tranquilos después de ese primer susto. También hay amigos que te cuentan sus vivencias y te das cuenta de que en cada embarazo pasan muchas cosas, y que es normal preocuparse, pero también que los problemas se resuelven
Aunque la preocupación por esa personita que crece dentro de Natalia no se nos va a pasar nunca, creo yo.