Este martes Natalia ingresa en el hospital para que le provoquen el parto. Se acabó el tiempo de las especulaciones y de imaginar cómo será nuestra hija. Ya no tendremos que pensar en cómo va a cambiar nuestra vida porque Inés será la que marque nuestros horarios.
Como en estos días nos harán muchas fotos con la niña, he sido precavido y me he cortado el pelo, me he afeitado y he reservado algunos conjuntos para salir elegante en las imágenes y estar hecho un pincel para la posteridad. He guardado varios modelitos porque aunque a Natalia la ingresan el martes, el parto puede alargarse durante uno o dos días incluso.
Han sido muchos meses de imaginar, de ilusionarse (y de preocuparse) que se acaban ahora; pero que abren nuevos interrogantes (supongo que todos los padres han pasado por ellas): ¿Qué vida tendrá mi hija? ¿Sabré guiarla en este mundo? ¿Debo fijarme algunas metas o debo dejar que sea ella misma la que elija qué quiere hacer con su vida? ¿Debo esforzarme porque aproveche la (poca) experiencia que he acumulado estos años o debo dejar que ella misma se equivoque?
Sé que no son preguntas que tengan que ser respondidas esta semana, ni siquiera este año, pero no puedo evitar que vengan a mi cabeza. Este mundo que tenemos es un lugar maravilloso y aterrador a la vez, capaz de lo mejor y lo peor. Y nosotros hemos decidido traer un ser humano más. Así que somos responsables de demostrarle que la vida merece la pena, que sobre todas las tribulaciones humanas, hay muchas alegrías que ella debe vivir. No quiero que dentro de unos años Inés me pida explicaciones por el sitio tan deficiente al que le hemos traído.
La próxima vez que escribamos aquí, Inés ya estará con nosotros y no habrá tiempo de hacer preguntas, sino de empezar a responderlas. Seguiremos informando. Un abrazo a todos.
Juan Manuel Subirán