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Víctor Gibello

Paraísos Olvidados

La aldea de Zamarrilla, una puerta al pasado

Zamarrilla al atardecer./ Víctor Gibello

Zamarrilla al atardecer./ Víctor Gibello

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La primera etapa de nuestro periplo nos conduce hasta Zamarrilla (o Zamarrillas). La elección del destino inicial no es fruto del azar, responde a una decisión sentimental. Voy a guiarles hasta uno de los paisajes de mi infancia y adolescencia, un paisaje que quiero compartir con todos los lectores, vinculado a gratos recuerdos. ¿Qué mejor que una vuelta al origen como punto de partida para un largo viaje?

Zamarrilla se ubica al sureste de la ciudad de Cáceres, de la que dista no más de 15 kilómetros, muy próxima a la vega del río Salor. En la actualidad es un despoblado en el que la vegetación avanza al mismo ritmo que la ruina, hacia la que lentamente se deslizan sus construcciones desde hace dos siglos.

Tras la conquista de Cáceres, se hizo necesario asegurar, reorganizar y explotar la tierra de ella dependiente. Para lo cual, entre los siglos XIII y XIV se reocuparon asentamientos precedentes y se crearon poblaciones nuevas en emplazamientos estratégicos, entre ellos Zamarrilla.

Muchos de estos enclaves consiguieron consolidarse y perdurar en el tiempo hasta la actualidad, hoy son pueblos que, si bien nacieron del alfoz cacereño, son totalmente independientes de la capital provincial; otros, en cambio, corrieron suerte bien diferente, se convirtieron en despoblados o en poco más que nombres escritos en antiguos documentos, algunos aún sin identificar: Borrico Pardo, Alpotreque, Malgarrida, Puebla de Castellanos, entre otros.

Restos de viviendas de la aldea medieval de Zamarrilla. / Víctor Gibello

Restos de viviendas de la aldea medieval de Zamarrilla. / Víctor Gibello

Nuestro Paraíso Olvidado nace como aldea medieval, de la que puede rastrearse su origen documentalmente hasta el siglo XIV, aunque quizás sea incluso más antiguo.

El poblado, definido como arrabal cacereño, se configura en torno al castillo o casa fuerte ubicado en el punto más alto del entorno; crece y se extiende desde la ladera noroeste hacia el llano, hasta constituir un caserío en el que llegaron a morar más de 200 vecinos a principios del siglo XVIII, momento en el que comienza su declive.

He leído y escuchado diversas teorías sobre los motivos que llevaron al ocaso y abandono de la aldea, unas más posibles y creíbles que otras. Algunos, más conservadores, afirman que fue destruida por los franceses durante la Guerra de la Independencia, otros, más arriesgados y no carentes de imaginación, que una plaga de termitas hizo huir a sus habitantes.

Yo me inclino por otra hipótesis avalada por las fuentes históricas. La nobleza, ávida de tierras, terminó por acaparar la totalidad de las propiedades. Los descendientes de los antiguos colonos se convirtieron en jornaleros incapaces de vivir de su trabajo ya que el espacio dejó de cultivarse en beneficio de la ganadería extensiva; los aldeanos se mudaron a Cáceres o a pueblos próximas en busca de mejor suerte, y Zamarrilla terminó por convertirse en un lugar cada año más desierto. A principios del siglo XX aún quedaban en uso seis casas. Hoy tan sólo una parece habitada. El ganado ocupa el espacio, establos y cobertizos se alzan donde antes habitaron personas. Silencio y zarzas.

Los actuales habitantes de Zamarrilla. / Víctor Gibello.

Los actuales habitantes de Zamarrilla. / Víctor Gibello.

Sin embargo, lejos de ofrecer desolación, Zamarrilla aporta paz, tranquilidad, sosiego, dan ganas de restaurar una de las casas y quedarse a vivir aquí. El conjunto es armónico, incluso idílico, austero y autentico.

El urbanismo original resulta perfectamente reconocible. Una calle principal en torno a la que se alzan las principales edificaciones articula la aldea, calle que conduce desde la iglesia a la casa fuerte, desde el llano al cerro, ofreciendo en su recorrido un interesantísimo muestrario de la arquitectura de los siglos XV y XVI. Sí, han leído bien, sorpréndanse, tenemos una aldea histórica abandonada junto a Cáceres, junto a una ciudad cuyo casco histórico está declarado Patrimonio de la Humanidad.

La iglesia, hoy almacén, es la primera edificación con la que nos encontramos. Bajo la advocación de Nuestra Señora de la Esclarecida, se alza junto a una antigua charca, tiene cabecera poligonal cuya sillería granítica no envidiaría la del mejor de los edificios de la región, en sus lados sur y oeste se yergue una galería porticada capaz de evocar relatos antiguos.

La iglesia de la aldea de noche. / Víctor Gibello.

La iglesia de la aldea de noche. / Víctor Gibello.

Avanzando por el camino empedrado, a izquierda y derecha se alzan inmuebles diversos en cuanto a su origen y funcionalidad. De entre ellos sorprende una vivienda completa del siglo XV a la que tan solo le faltan los forjados y la compartimentación interior. Vanos de traza gótica, ventanas abalconadas y una monumental chimenea en la planta alta sobresalen como elementos destacados.

Poco después se abre una pequeña plazoleta en la que se alza una casa monumental con aires palaciegos, construida en el siglo XVI por una importante familia noble cacereña: los Ovando; diversos elementos heráldicos (tanto pétreos como esgrafiados) y documentación histórica no dejan lugar a dudas sobre su filiación.

Casa-Palacio de Ovando. / Víctor Gibello.

Casa-Palacio de Ovando. / Víctor Gibello.

Se trata de una casa-palacio imponente; un espacio cerrado y ajardinado se dispone ante la fachada principal. Fue el último edifico en uso, aún hoy pueden verse restos del mobiliario, un lugar de recreo a modo de segunda residencia. Con unas pequeñas reparaciones y reconstruyendo la cubierta estaría en perfecto estado.

Ascendemos hacia el pequeño cerro que domina el lugar. En la subida podemos apreciar la existencia de diversas estructuras domésticas en estado desigual, espacios aterrazados sobre los que se dispusieron casas, que ya habría que estudiar con metodología arqueológica, corrales, cochiqueras y otros habitáculos para el ganado.

En la cumbre se alza la llamada casa fuerte de los Duranes, un edificio imponente en avanzado estado de ruina construido entre los siglos XIV y XVI y ya abandonado en el siglo XVIII.

Casa-fuerte de los Duranes. / Víctor Gibello.

Casa-fuerte de los Duranes. / Víctor Gibello.

Este inmueble es el verdadero germen del caserío circundante, el elemento defensivo matriz que, curiosamente, fue el primero en ser olvidado. Numerosas dependencias se disponen en tres plantas, algunas de ellas todavía ofrecen restos decorativos capaces de transportarnos muchos siglos atrás: frisos con decoración vegetal, zócalos pintados con rojos intensos, esgrafiados, etc.

Las vistas panorámicas son espléndidas, las salidas y puestas de sol espectaculares. Se domina una amplia extensión de terreno de los llanos de Cáceres, hacia el norte, este y oeste; hacia el sur, la vegetación y las aguas de una pequeña presa ayudan a ablandar el batolito granítico.

Han sido promulgadas leyes para la protección del patrimonio, tanto estatales como autonómicas. Leyes y más leyes, se han creado instituciones, organismos, entidades; sin embargo, nuestro legado histórico se destruye, se arruina, se pierde irremediablemente: tanto todo para nada.

Vistas panorámicas desde Zamarrilla. / Víctor Gibello.

Vistas panorámicas desde Zamarrilla. / Víctor Gibello.

Zamarrilla desaparecerá más temprano que tarde, si es que no se salvaguarda de algún modo de forma inmediata, y no me refiero a simples declaraciones de protección que quedan muy bien sobre el papel, sino a su protección real, al diseño de un plan director y a inversiones reales que atajen la ruina y devuelvan la vida a este Paraíso Olvidado.

Zamarrilla representa un ejemplo esencial para comprender los procesos de repoblación y explotación de la tierra, un ejemplo de heredamiento-aldea medieval único en su género por su estado de conservación. Un lugar mágico que guarda una rica información y capaz de transportar a todo aquel que lo visita a un tiempo fundamental para comprender nuestra identidad, pues en nosotros ese pasado es presente.

Extremadura posee un patrimonio muy rico y diverso, quizá de los más destacables cualitativa y cualitativamente de la Península. El blog Paraísos olvidados pretende recuperar y dar a conocer la memoria de esta herencia de siglos, un legado compuesto por monumentos y yacimientos arqueológicos, pero también por paisajes, bosques, manantiales, restos de arquitectura vernácula, tradiciones, etc.

Sobre el autor

Arqueólogo, historiador, historiador del Arte, fotógrafo, escritor, emprendedor. Durante los últimos 25 años ha realizado numerosos trabajos de investigación, excavación, restauración y puesta en valor del Patrimonio Cultural por toda España, así como diversos proyectos internacionales. Paraísos Olvidados es un recorrido diferente por el Patrimonio de Extremadura, un viaje a los espacios más singulares, atractivos y amenazados de nuestra tierra, un experimento de divulgación que pretende crear conciencia en la sociedad para su conocimiento, valoración, protección, conservación y disfrute


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