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Víctor Gibello

Paraísos Olvidados

El Almendro Real, Patrimonio vivo en Valverde de Leganés

 Almendro Real en plena floración. / Víctor Gibello

Almendro Real en plena floración. / Víctor Gibello

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Suena Für Alina, las notas caen suavemente, como si fueran pétalos de flores de almendro agitados por el viento, ese viento seco, cortante, de finales del invierno que se niega a aceptar la conclusión de la estación a la que pertenece. Pero lo afirman los almendros, heraldos de la primavera, con sus vestidos nuevos, blanquecinos, rosáceos, vestidos que alegran los corazones con su promesa de renacimiento, de fertilidad, de renovación del ciclo de la vida un año más.

Suena Für Alina y recuerdo las palabras de Arvo Pärt, autor de la composición: “podría comparar mi música con una luz blanca que contiene todos los colores. Solamente un prisma puede separarlos y hacerlos visibles. Ese prisma podría ser la cabeza del oyente”.

La luz que penetra un prisma es refractada en colores, ya estaban en ella antes del encuentro, pero es la unión de ambos la que los hace perceptibles, reconocibles. El prisma, de algún modo, convierte lo intangible en “real”, es el medio a través del que se expresa un universo acromático para mostrar su colorida esencia invisible.

El delicado tintineo de Für Alina repiquetea en mi corazón, el recuerdo del símil de Pärt acompañado de su música me llevan hacia el interior. En ese refugio, comprendo que los árboles son medios que facilitan la conexión entre los mundos fenoménico y trascendente, “prismas” que filtran la luz inmanente de lo suprasensible en los “colores” de lo tangible, puertas que permiten la conexión de dos mundos en teoría separados, pero perfectamente integrados en una unidad indivisible.

Desde la antigüedad más remota, los árboles han sido seres cercanos al hombre por razones que van mucho más allá del puro aprovechamiento economicista de sus frutos, su madera o su corteza. Fueron visto como compañeros de existencia y vías de conocimiento, crecimiento y superación. En muchas culturas se les dotó de cualidades divinas, seres venerados y admirados por su características y especial relación con el medio y el tiempo.

El materialismo, que ha gobernado nuestra existencia durante los últimos siglos, fue alejándonos de los compañeros verdes. Los árboles fueron cosificados, considerados como burdos objetos inanimados, insensibles, explotables. La armónica relación espiritual entre el hombre y el árbol se perdió; las claves simbólicas que nos hacían comprender su verdadera naturaleza fueron olvidadas; la estimación casi religiosa hacia los hermanos arbóreos fue analizada con los típicos desprecio y superioridad científicos, considerándolo como una prueba del primitivismo infantil de gentes animistas, analfabetas.

Sin embargo, los hilos sutiles que nos conectan no se han roto del todo, la unión, debilitada en esta sociedad consumista, sigue existiendo. Como dijo Oren Lyons, “respiramos lo que el árbol exhala; el árbol respira lo que exhalamos. Así que tenemos un destino común”. En la relación simbiótica entre humanos y vegetales residen nuestra supervivencia como especie y la comprensión de la vida como experiencia trascendente. El árbol, con su raíces ancladas al mundo subterráneo y su copa alzada al cielo pone en conexión lo terrenal con lo celeste, es un axis mundi en el que se aúnan ambos ámbitos, circunstancia que lo hace tan especial, pues le confiere características de los dos. Reposar junto a un árbol, en un bosque o ante un ejemplar aislado, facilita una resintonización con nuestra naturaleza verdadera, con la sacralidad del entorno al que pertenecemos indisolublemente. En su cercanía, basta centrarse en el momento presente para abrir las puertas de la percepción.

Herman Hesse, en El caminante, escribió: “Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar con ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas; predican indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida. (…) Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, la rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol, no desea ser más que lo que es. Esto es la patria. Esto es la felicidad.

Mientras intentaba desentrañar algunos de los secretos arqueológicos del Revellao, finca de la Fundación Dolores Bas de Arús ubicada entre Valverde de Leganés y Badajoz, alguien me habló de un árbol excepcional conservado en término valverdeño llamado Almendro Real. Desde niño, los árboles son una de mis pasiones, así que, deseoso por conocerlo, planifiqué una visita en época de floración.

Contacté con Antonio Torres, propietario de la parcela en la que se encuentra. Se mostró encantado de que quisiera descubrirlo y escribir sobre él. Sus palabras evidenciaban una relación de afecto profundo y sincero con el árbol, también de orgullo por conservar en su propiedad un ejemplar único. Antonio, con gran amabilidad, fue informándome del estado de la floración desde que dio comienzo. Esperamos a que alcanzara el cénit floral para el encuentro.

Llegado el día, me desplacé a Valverde de Leganés. Este pueblo y su entorno atesoran algunas joyas dignas de ser conocidas, valoradas y conservadas. El Almendro Real se encuentra al sur de Valverde, próximo al casco urbano y a la carretera que conecta la población con Táliga (BA-V-2031). Una blanca luz destacada sobre el verde del entorno anuncia en la distancia su ubicación.

Almedro Real sobre los olivos y Valverde de Leganés al fondo./ Víctor Gibello.
Almedro Real sobre los olivos y Valverde de Leganés al fondo./ Víctor Gibello

 

Sobre las copas de un cortejo de olivos en formación se alza, majestuoso, el Almendro Real. Los olivos parecen protegerlo, arroparlo, admirarlo, se percibe una comunicación íntima entre ellos. Tras el impacto inicial ante la regia presencia, una emoción intensa guía el contacto.

Vista del Almendro Real desde los olivos./ Víctor Gibello
Vista del Almendro Real desde los olivos./ Víctor Gibello

 

El árbol, al que se calcula una edad próxima a los tres siglos de vida, cifra más que destacable en su especie, eleva su copa por encima de los 12 metros, copa con un diámetro que supera los 15,50 metros. Su tronco, a una altura de 1,30, alcanza los 2,70 metros, su perímetro unos 50 metros. Más allá de las cifras con las que tratamos de medir, pesar y calcularlo todo, estamos ante un árbol excepcional. Su aspecto es armónico, equilibrado, elegante. Desprende vida en cada rama. Su floración es espectacular; ramos blancos con toques encarnados se despliegan hacia el cielo. Las flores, forrando cada rama, se extienden con uniformidad por toda la copa; es un traje temporal, fugaz, de unos días al año, ¡pero qué traje!

Vista del Almendro Real en plena floración./ Víctor Gibello
Vista del Almendro Real en plena floración./ Víctor Gibello

 

Lo rodeo con veneración, despacio. Aprecio las huellas del tiempo en su tronco, heridas, recuerdos de otros tiempos. La vida fluye intensamente por todo este ser magnífico. Trato de disfrutarlo y comprenderlo antes de fotografiarlo; sin embargo, el árbol se muestra esquivo, no se ofrece como esperaba. Probablemente lo que escribo parezca absurdo e incluso cómico a ojos de algún lector, quizás sea porque nunca antes se ha enfrentado a la experiencia de retratar un árbol, un ente vivo que siente, que piensa, que se mueve. Es algo que le ha sucedido a muchos experimentados pintores y fotógrafos de naturaleza que se acercan al elemento que atrae su atención con el respeto merecido por un ser animado.

Vista general./ Víctor Gibello
Vista general./ Víctor Gibello

 

Recientes estudios científicos, especialmente los llevados a cabo por Stefano Mancuso, afirman que las plantas son seres inteligentes, teoría confirmada con la evidencia de que el 99% de todo lo que está vivo en el planeta son plantas y si carecieran de inteligencia no habrían tenido capacidad para prosperar y desarrollarse con tal grado de éxito. Mancuso sostiene que las raíces poseen células que tienen las mismas funciones que las neuronas de nuestros cerebros, y que las plantas extienden redes de comunicación capaces de transmitir información a grandes distancias. Los interesados pueden leer con detenimiento sus interesantes teorías en el libro Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal.

Detalle de flores del Almendro Real./ Víctor Gibello
Detalle de flores del Almendro Real./ Víctor Gibello

 

Guardo el equipo fotográfico para una ocasión más propicia. Espero a que la tarde se lleve sus últimas luces. Las ramas cambian los tonos cálidos por otros fríos. Las flores azulean a la par que comienzan a brillar las primeras estrellas.

Detalle de la copa florida./ Víctor Gibello
Detalle de la copa florida./ Víctor Gibello

 

Me despido del árbol con la promesa de volver al día siguiente, con la esperanza de vencer su timidez, de ser aceptado, o de ambas cosas.

Esa noche sueño con el árbol, me veo fotografiándolo. Es un sueño agradable. Al despertar tengo la convicción de que el viaje que realizaré por la tarde será fructífero. Así sucede. El Almendro Real se muestra en esta ocasión con todo su esplendor. Se produce una comunicación especial con el árbol, un diálogo sin palabras en el que le ofrezco respeto y me entrega sus secretos centenarios. Paso la tarde y parte de la noche en su compañía, disfrutando de la maravilla de las estrellas y las flores que bailan juntas, pero en distintos planos físicos.

Detalle del ramaje. / Víctor Gibello
Detalle del ramaje. / Víctor Gibello

 

Me marcho para no interrumpir el sueño de esta criatura fascinante. Sí, los árboles también duermen.

Visión del Almendro Real bajo la luz de la luna./ Víctor Gibello
Visión del Almendro Real bajo la luz de la luna./ Víctor Gibello

 

El Almendro Real forma parte del grupo de Árboles Singulares catalogado por la Junta de Extremadura. Quiero saber más de este y de los otros árboles que componen este conjunto protegido, así que contacto con la Administración encargada de su tutela, el Servicio de Conservación de la Naturaleza y Áreas Protegidas de la Dirección General de Medio Ambiente. Allí hablo con técnicos del Servicio que me suministran amablemente la información requerida. Durante la conversación percibo en sus ojos el característico brillo de las personas enamoradas de lo que hacen, en este caso de los árboles. Me cuentan que el Almendro Real ha sido recientemente vallado, para impedir el pisoteo de sur raíces y el dañado de su tronco, y, también, que ha sido sometido a algunos tratamientos de conservación y limpieza que permitirán mantener la buena salud que goza durante muchos años. Me tranquiliza saber que nuestros venerables “ancianos” están en buenas manos, que están siendo atendidos como el verdadero tesoro que son, con respeto y pasión.

Imagen nocturna./ Víctor Gibello
Imagen nocturna./ Víctor Gibello

 

Contrastan las atenciones de Antonio Torres y la Dirección General de Medio Ambiente, uno y otra totalmente volcados en el cuidado del Almendro Real, con el tratamiento que otras administraciones y colectivos brindan a “sus” árboles.

La luna sobre la copa del almendro./ Víctor Gibello
La luna sobre la copa del almendro./ Víctor Gibello

 

Recientemente, en Cáceres, ha nacido el colectivo Cáceres Verde, una agrupación ciudadana heterogénea compuesta por personas sensibilizadas con la conservación de los árboles y el patrimonio vegetal en general. Cáceres Verde ha nacido como medio para luchar por el mantenimiento de los árboles de la ciudad, como vía de sensibilización arbórea y plataforma de crítica de las actuaciones que se están realizando sobre el conjunto forestal urbano. La agrupación, que se está configurando como una asociación con cientos de vecinos, no ahorra esfuerzos en concienciar a instituciones y ciudadanos, además, reprocha la falta de sensibilidad mostrada por el Ayuntamiento en buena parte de los proyectos acometidos.

En la actualidad se están realizando las obras del Parking de Primo de Rivera, obras que han generado en la ciudad una notable controversia, no ya por la necesidad o no de su construcción, sino por la eliminación de la arboleda existente en la calle, especialmente del icónico cedro de Hernán Cortés, al que muchos hemos visto crecer desde niños y que ya no podremos disfrutar más. Me reúno con miembros de Cáceres Verde. Me informan de la falta de sensibilidad municipal, de árboles tratados como muebles que pueden ser movidos, cambiados o eliminados según proyectos que, en teoría, se plantean como mejora urbana. La brutal poda y traslado incorrecto del cedro antes mencionado a otra ubicación, trabajos realizados en pleno verano, justo cuando las posibilidades de supervivencia para un ejemplar de su tamaño son menores, ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los cacereños.

Se dice desde el Ayuntamiento que se sembrarán otros árboles, que incluso su número será mayor. Pero, autoridades, un árbol nunca puede sustituir a otro árbol aunque ocupe su mismo espacio físico, del mismo modo que una persona no puede sustituir la ausencia de otra. Son seres vivos, pensantes, como antes he afirmado, elementos esenciales de nuestro Patrimonio. Si las actuaciones en las calles San Pedro y Primo de Rivera han sido muy controvertidas desde el punto de vista forestal, en el horizonte próximo están las intervenciones en las avenidas Virgen de la Montaña y Virgen de Guadalupe, en ambas los árboles podrían sufrir las consecuencias de los “diseños modernizadores”, del “progreso”.

Almendro Real a la caída de la tarde/ Víctor Gibello
Almendro Real a la caída de la tarde/ Víctor Gibello

 

Quiero vivir en una ciudad que cuide sus árboles, que los mime, pues, no olvidemos, la ciudad es la que reside en el bosque, y  no al contrario, se ha hecho a su costa, ocupa el espacio que antes le perteneció plenamente.

Los árboles son la vida. Si desapareciéramos del planeta, las plantas seguirían prosperando. Si desaparecieran las plantas, nosotros nos extinguiríamos en unas semanas. Nuestro destino está ligado al árbol. Los árboles son la vida.

Pétalos al viento./ Víctor Gibello
Pétalos al viento./ Víctor Gibello

 

Comencé con Arvo Pärt, concluyo también con él. Siguen cayendo, como copos de nieve, los pétalos del Almendro Real, también las notas de Spiegel im spiegel.

Almendro Real./ Víctor Gibello
Almendro Real./ Víctor Gibello

 

Extremadura posee un patrimonio muy rico y diverso, quizá de los más destacables cualitativa y cualitativamente de la Península. El blog Paraísos olvidados pretende recuperar y dar a conocer la memoria de esta herencia de siglos, un legado compuesto por monumentos y yacimientos arqueológicos, pero también por paisajes, bosques, manantiales, restos de arquitectura vernácula, tradiciones, etc.

Sobre el autor

Arqueólogo, historiador, historiador del Arte, fotógrafo, escritor, emprendedor. Durante los últimos 25 años ha realizado numerosos trabajos de investigación, excavación, restauración y puesta en valor del Patrimonio Cultural por toda España, así como diversos proyectos internacionales. Paraísos Olvidados es un recorrido diferente por el Patrimonio de Extremadura, un viaje a los espacios más singulares, atractivos y amenazados de nuestra tierra, un experimento de divulgación que pretende crear conciencia en la sociedad para su conocimiento, valoración, protección, conservación y disfrute


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