Montemolín en primavera./ Víctor Gibello
Repasando viejas notas para elaborar este artículo encontré entre mis papeles una cita de Ibn Jaldun, redactada en el siglo XIV. No era la que buscaba; sin embargo, sus antiguas palabras resultan tan actuales, que permiten abrir el texto como si hubieran sido escritas ayer. Decía Jaldun: “el gobierno previene toda injusticia, salvo la que comete él mismo.” Sobran los comentarios. Sorprende que pasen los siglos y, lejos de aprender, repitamos una y otra vez los mismos errores. La manipulación, el abuso, y la opresión como medios de los que el poder se vale para perpetuarse en sus privilegios sin importar el sufrimiento causado sobre los manipulados, abusados y oprimidos.
Ibn Jaldun, nacido en Túnez, descendiente de una familia andalusí emigrada al norte de África, fue historiador, geógrafo, economista, filósofo, estadista y experto en otros tantos saberes. Escribió numerosas obras, entre ellas Kitab al-‘ibar, donde se encuentra la cita con la que pretendía iniciar el artículo. Dice: “Hasim marchó contra Ibn Marwan al-Yilliqi y lo asedió en la fortaleza de Munt Mulan. Después desistió e Ibn Marwan atacó Sevilla y Laqant, donde se refugió y obtuvo la paz de parte del emir Muhammad y se sometió a su obediencia hasta que éste falleció”. La nota es muy breve, pero resulta de gran valía para adentrarse en el conocimiento de la Historia de Montemolín, pues corrobora que la localidad existía al menos desde el siglo IX y que ya entonces contaba con una fortificación destacada, capaz de proteger a Marwan del hostigamiento del ejercito emiral. Así pues, el origen del topónimo actual es Munt Mulan, nada que ver con otras posibilidades basadas en la pura fantasía, inconsistentes, aunque se repitan una y otra vez. El término “munt”, de claro origen latino, también permite plantear la hipótesis de un asentamiento visigodo anterior al islámico, o bien ser fruto de la denominación de los pobladores cristianos en fundaron el lugar en tiempos de la dominación islámica.
Según confirman las fuentes cristianas, Montemolín (castillo, villa y tierra) fue ganada por las huestes castellanoleonesas en 1246. Las primeras noticias después de la conquista sobre Montemolín se remontan al período en que ostentaba el cargo de maestre de la Orden de Santiago Pelay Pérez Correa, cuyos huesos reposan en la iglesia del monasterio de Nuestra Señora de Tentudía, en término de Calera de León. Como indicara Bernabé Chaves, cronista de la Orden, las tropas santiaguistas tomaron la villa y fortaleza de Cantillana, que posteriormente cambiaron con la Iglesia de Sevilla por la población de Montemolín y su fortaleza; el trueque de propiedades, habitual en tiempos medievales, fue realizado en 1248, trueque que validó Fernando III el mismo año.
Fortaleza de Montemolín desde el oeste. Víctor Gibello.
Recorro la amplia planicie de Tierra de Barros camino de Montemolín, una de las poblaciones más al sur de la Baja Extremadura. La suave voz de Yasmine Hamdan me acompaña en el trayecto. Tránsito entre vides y olivos incontables. Desde Fuente de Cantos ya se percibe el relieve montuoso de Sierra Morena. En la distancia, a unos 10 kilómetros, ya puede perciborse un imponente castillo alzado sobre un monte.
Siempre que viajo a Montemolín se apodera de mí cierta nostalgia. Pasé allí 8 meses realizando trabajos arqueológicos. Mi corazón alberga muchas vivencias hermosos de sus gentes, de sus paisajes… Recuerdo, especialmente, a Pepi Marín y a Sofía Sauceda. Hace 22 años en Montemolín no había ningún lugar donde comer a diario, Pepi me acogió en su casa y me alimentó; con sus deliciosos guisos y atenciones nació una amistad que se prolonga hasta hoy. Sofía, amiga y colega desde tiempos universitarios, realizó conmigo la intervención arqueológica; su dedicación y su ayuda tuvieron un gran valor, durante algunos años más compartimos incontables aventuras arqueológicas. Es posible que nunca les haya dicho a ninguna de las dos lo importantes que son para mí y lo mucho que las quiero.
Panorámica general de Montemolín/ Víctor Gibello.
La rotunda presencia de la fortificación medieval, de coloración terrosa, sobresale por encima del blanco caserío nacido a sus pies. La fortaleza de Montemolín puede ser considerada como una de las construcciones militares más importantes de Extremadura. Destaca por su dimensión, por la elección del emplazamiento y por las potentes defensas con que fue construido; pese a ello, su peso en la literatura científica resulta incomprensiblemente escaso, habiendo despertado más interés entre aficionados a la Historia y a la Arqueología que entre investigadores.
Imagen aérea de la fortificación / Víctor Gibello.
Para realizar una descripción rápida del conjunto fortificado debería referirme, en primer lugar, a la irregularidad de la planta con la que se edificó. El trazado quebrado con el que se configuran sus fábricas responde, principalmente, a la topografía accidentada del lugar, un cerro que domina visualmente una amplia franja del territorio surextremeño; dicho trazado también facilita la defensa al generar un sistema en alguno de sus flancos similar al de los muros en cremallera.
Torre esquina NE / Víctor Gibello
Torre semicircular / Víctor Gibello
La construcción aparece flanqueada por torres prismáticas, torres que no se disponen a tramos regulares, sino donde hay necesidad de flanqueo. Su presencia es habitual en posiciones esquineras, donde se encuentran alineaciones de distinta dirección. También existe una torre de planta semicircular situada hacia el Sur que es el resultado de modificaciones bajomedievales, de tiempos santiaguistas, por tanto, del recinto defensivo.
Puerta principal / Víctor Gibello
Dos vanos permitían, y aún hoy continúan haciéndolo, el acceso al interior. La puerta principal es uno de los elementos más interesantes de la construcción, configurándose como entrada en recodo al disponer de una antepuerta que impide un acceso directo. El vano propiamente dicho, hoy muy alterado tanto por su avanzada ruina, como por obras de factura reciente, parece configurarse mediante un arco de medio punto peraltado, que probablemente debió tender originalmente a la herradura. El vano aparece enmarcado por un alfiz, un falso aparejo de ladrillo sobre el enlucido recubrió completamente la portada. Dos hojas de madera que giraban sobre sendas ranguas, todavía conservadas en su base, cerraban el recinto y lo asilaban del exterior.
Poterna junto a torre del homenaje / Víctor Gibello
En tiempos de la dominación islámica debió existir una poterna que aún no ha sido localizada. Sin embargo, los trabajos arqueológicos sí permitieron documentar la presencia de una pequeña puerta abierta tras la conquista cristiana sobre los muros previos, junto a la torre del homenaje, que la protege con su rotunda presencia, formando parte de un complejo defensivo casi independiente del resto del recinto.
Mazmorra / Víctor Gibello
Si se exceptúa la torre del homenaje, obra elevada después de la conquista cristiana, una pequeña estructura de carácter hidráulico afrontada a la puerta principal, y, obviamente, la muralla perimetral, no se ha conservado sobre la actual superficie construcción alguna, circunstancia que refleja el avanzado proceso de ruina del conjunto y de las distintas partes que lo integran.
Bajo el subsuelo numerosas estructuras permiten estudiar la dilatada ocupación del Cerro del Castillo; entre ellas destaca una habitación semisubterránea excavada en la roca que por sus características ha de vincularse con una ergástula, una mazmorra. La estancia, de planta rectangular, muestra una bóveda de lajas de pizarra de medio cañón reforzada por un arco fajón del que sólo queda su impronta; aprovechando el arco se compartimentó el espacio en dos habitaciones.
Es destacable también la presencia de un aljibe construido para recoger el agua de lluvia de las edificaciones existentes a su alrededor, edificaciones ya perdidas.
Detalle materiales fortificación / Víctor Gibello
Diversos son los sistemas constructivos con los que se construyó la fortaleza, sistemas que responden a los sucesivos períodos históricos en los que la fortaleza estuvo en uso y durante los cuales se realizaron obras en la misma. Existen fábricas de mampostería, de ladrillo y de tapia; de entre ellas sobresalen las de tapia en sus muy diversas variantes: hormigonada, calicostrada, de tierra con reducido aporte de cal, etc.
Evolución fábricas de la fortaleza / Víctor Gibello
Después de producirse la conquista cristiana numerosas reformas se efectuaron sobre la fortificación, reformas que debieron vincularse tanto a la necesidad de mantenimiento de la misma, posiblemente muy maltrecha tras los asedios y asaltos, como al relativo cambio de uso en relación a nuevas funciones al que fue sometida por sus nuevos propietarios.
La intervención arqueológica en Montemolín formó parte de un proyecto general de restauración y consolidación arquitectónica. Esta circunstancia condicionó sobremanera la planificación de la excavación, en tanto que la supeditación al proyecto arquitectónico supuso la elección de áreas de trabajo ligadas a necesidades más arquitectónicas que arqueológicas. Pese a ello, la información arqueológica obtenida en Montemolín fue singularmente rica, poniendo al descubierto etapas históricas de ocupación que no estaban documentadas hasta el momento.
Los resultados alteraron muy significativamente las ideas preconcebidas y los planteamientos iniciales de trabajo. Haciendo una labor de síntesis de la información aprehendida se pueden establecer cuatro fases básicas de asentamiento histórico que resumen la ocupación del cerro del Castillo, cuatro fases que, de forma continuada, tienen lugar entre los siglos VIII – IX y el XVI.
La primera de estas fases puede asentarse entre el emirato e inicios del califato. Los elementos estructurales pertenecientes a este momento se resumen en diversos elementos muy arrasados localizados en toda la zona excavada. Su naturaleza es de índole doméstica: numerosos muros que por su grado de deterioro y por la escasa amplitud de las zonas excavadas no permiten configurar una planta coherente de construcción alguna. Algunos hogares y numerosos silos son algunas de las subestructuras reconocibles de este período, cuyos restos están muy transformados por las grandes reformas realizadas en las siguientes etapas.
Vista general / Víctor Gibello
La segunda etapa cronológicamente se sitúa en el siglo XI, durante este momento se eleva la primera fortificación de Montemolín reconocible. Es posible que en la etapa anterior existiera una cerca que englobaría la totalidad del cerro, cerca de la que no se han registrado restos que permitan definirla. Viene representada por numerosos restos constructivos de notable porte. Son fábricas de tapia calicostrada que se alzan sobre un elevado zócalo de mampostería bien careada de la primitiva fortificación de Montemolín. Entre estas estructuras destaca un gran lienzo embutido en las fábricas de la torre del homenaje, del que nace una torre de planta cuadrada poco sobresaliente con respecto a la línea de muralla. En este mismo período puede encuadrarse el conjunto de construcciones que configuran el acceso en recodo a la fortaleza. Esta solución defensiva es conocida desde la Antigüedad, pero entonces fue escasamente utilizada. El mundo islámico las generalizó como recurso de defensa de las puertas, las zonas más débiles de las fortificaciones. En al-Andalus el sistema fue empleado con profusión, especialmente a partir de las invasiones norteafricanas de almorávides y almohades; no obstante, en tiempos anteriores fue una solución adoptada en algunos espacios fortificados califales. Si la interpretación planteada es correcta, nos encontraríamos en Montemolín con el ejemplo más antiguo conservado de puerta en recodo en el área extremeña, aspecto este realmente sugerente, ya que permitiría apreciar, entre otros elementos dignos de estudio, la aplicación de novedosas estructuras en la edificación de fortalezas por parte de la taifa de Badajoz para garantizar la defensa del reino.
Cerro del castillo / Víctor Gibello
Durante la tercera etapa se realiza el grueso de la fortaleza que hoy contemplamos. Su factura puede ser centrada entre fines del siglo XII e inicios del XIII, tiempo en el que, reaprovechando numerosas fábricas pertenecientes a la construcción previa, se erige una impresionante construcción militar vinculada al imperio almohade. Es esta una obra construida mediante sólida tapia militar, u hormigonada, que se alza sobre un estrecho zócalo de mampostería cuyos lienzos quebrados se adaptan tanto al terreno como a los restos de la fortificación previa, que en parte la condiciona; dispone de lienzos que son flanqueados por potentes torres cuadrangulares elevadas con la misma técnica constructiva que las murallas.
Montemolín desde el crucero de San Blas / Víctor Gibello
La cuarta fase comienza tras la conquista cristiana y la donación a la Orden de Santiago en 1248. La fortaleza fue profundamente transformada para adaptarla a los nuevos usos de los caballeros santiaguistas. Las reformas perduran y se suceden hasta bien entrado el siglo XVI, percibiéndose diversas fórmulas constructivas con las que la antigua fortaleza es transformada en sede de Casa de la Encomienda.
Para comprender el significado de la primera construcción militar de Montemolín hemos de recurrir al estudio de las fronteras y de los territorios de la taifa aftasí. El límite Norte (al-Tagr al-Yawf) del reino batalyawsi ha de ser asentado en las zonas de Coimbra, Plasencia y Coria; hacia el Oeste el océano Atlántico (Bahr al-Muhit) se instituye en linde natural del territorio. La kora (provincia) de Beja se dispuso como frontera hacia el Suroeste, mientras que hacia el Este será el área de Campo Arañuelo la comarca fronteriza con la taifa de Toledo. Hacia el Sur la sierra de Aroche y las estribaciones extremeñas de Sierra Morena delimitaron el reino taifa badajocense.
La taifa de Badajoz se apoyó desde un primer momento en un territorio perfectamente estructurado por enclaves urbanos de diversa entidad y en una frontera jalonada por abundantes construcciones defensivas, unas heredadas de los tiempos del califato y otras elevadas a lo largo del reinado de los aftasíes.
El reino aftasí sufrió en sus fronteras una doble presión a lo largo de su corta historia; por una parte, el empuje cristiano (leonés, castellano y portugués) minó el límite norte; por otra, la permanente conflictividad con la taifa sevillana desestabilizó frecuentemente la linde Sur.
En torno a 1044 la guerra con los Banu ‘Abbad de Sevilla alcanzó altas cotas de hostilidad. El régulo sevillano, Al-Mu’tadid, penetró en las tierras del reino de Mértola, atacando poco después Niebla. El regente de esta solicitó ayuda al rey aftasí, ayuda que concedió con premura, dejando el territorio de Badajoz desguarnecido. Ante estas circunstancias Al-Mu’tadid envió tropas contra los badajocenses, que penetraron en devastadora incursión por todo el territorio aftasí, haciendo lo propio Al-Muzaffar en tierras sevillanas tras levantar el cerco de Niebla y rechazar a los abbadíes.
En 1051 un nuevo conflicto nacido en Niebla volvió a provocar la guerra entre las taifas de Sevilla y Badajoz, esta vez con una clara victoria de los sevillanos. En efecto, Al-Mu’tadid se adentró hasta Évora desarticulando la caballería badajocense en las inmediaciones de la ciudad portuguesa; la derrota fue de tal magnitud que Al-Muzaffar no pudo más que encastillarse en la alcazaba de Badajoz y observar como su enemigo devastaba el territorio. Según los cronistas la derrota provocó una gran crisis en el reino, así como la destrucción de numerosas fortalezas cuyos nombres no son conocidos.
En este contexto de dura conflictividad entre reinos islámicos ha de entenderse la primera construcción defensiva de Montemolín, la consecuencia de estas guerras fueron un extremo debilitamiento militar y económico aprovechado tanto por los cristianos en la frontera norte, como por los almorávides al sur, que acabaron por anexionarse todo el territorio.
Montemolín / Víctor Gibello
La necesidad de proteger la frontera sur del reino de Badajoz, área de fricción constante con la expansionista taifa de Sevilla, condujo a los mandatarios aftasíes a organizar una red de fortificaciones que aseguraran la propiedad de la tierra; entre ellas se erigió el primer recinto de Montemolín, ubicado en las estribaciones extremeñas de Sierra Morena, en vanguardia, por tanto, de las defensas del reino, y muy próximo al camino que desde Sevilla enlazaba con Mérida siguiendo el antiguo trazado de los itinerarios romanos, posiblemente aún en uso, sino físicamente, sí en cuanto a su traza en el territorio. Es por ello, por lo que el castillo montemolinés debió sufrir en sus fábricas buena parte de los conflictos habidos entre estos dos belicosos reinos: a su posición de vanguardia, como ya he referido, uníase su emplazamiento cercano a un camino principal por el que debieron discurrir buena parte de las expediciones de castigo y devastación de la tierra realizadas por el rey abbadí Al-Mu’tadid.
Desde un punto de vista arqueológico, el registro no ofrece datos mediante los cuales podamos establecer de forma que no sea hipotética este período de conflictividad interislámica, ello resulta lógico si tenemos en cuenta la reutilización a posteriori del edificio, con las consiguientes reformas, acondicionamiento y eliminación de todo rastro de la destrucción sufrida.
Siguiendo los textos históricos legados por los cronistas de la época, es desconocido si Montemolín fue una de las fortalezas parcialmente arrasadas durante el conflicto de 1051; no obstante, el cuidadoso estudio de los restos arqueológicos y arquitectónicos conservados aporta datos de sumo interés gracias a los cuales pueden interpretarse estos hechos.
Si se analizan las escasas fábricas conservadas y visibles pertenecientes a este primer momento constructivo, se observa que las reformas establecidas en tiempos de la ocupación almohade asientan en buena medida sobre ellas, ofreciendo estos muros una perceptible irregularidad en cuanto a las alturas se refiere. Este hecho puede ser relacionado con dos explicaciones: de un lado, cabe la posibilidad de que los almohades tomaran una fortificación abandonada tiempo atrás, parcialmente en ruinas por la falta de mantenimiento, las reformas realizadas no pretenderían, entonces, más que acondicionar el recinto, conservando todo lo aún servible de sus fábricas; de otro, puede ser planteada la posibilidad de que la fortaleza fuera parcialmente destruida en los tiempos de más duro conflicto con el reino de Sevilla, siendo su estado fruto de la belicosidad y no del paso del tiempo. Ambas hipótesis son coincidentes en cuanto al abandono sufrido por la fortaleza.
Puede ser explicado el hecho del abandono del conjunto en tanto que construcción estatal que responde a unas necesidades coyunturales: el reino de Badajoz eleva una serie de fortificaciones tendentes a guarecer la frontera sur de su territorio. Una vez que al-Andalus fue conquistado por los almorávides dejó de tener sentido su existencia, pues la unificación de la España musulmana bajo el mando de este imperio norteafricano permitió situar las fronteras hacia la línea marcada por el río Tajo, muy lejos de las tierras bajoextremeñas en las que se emplaza Montemolín.
No sucede lo mismo en los tiempos de ocupación almohade. La presión ejercida sobre todo el territorio extremeño por los reinos cristianos, que se adentran con relativa frecuencia en el territorio al Sur del Guadiana en devastadoras incursiones de saqueo y conquista, insta a los mandatarios del imperio almohade a fortificar su imperio en al-Andalus, realizando una clara política militar de corte defensivo en la que no sólo se restauran y mejoran numerosas fortalezas (Cáceres, Badajoz, Mérida), sino que también se edifican ex novo numerosos recintos (entre ellos el de Reina). Montemolín se corresponde con el primer grupo, siendo un intento evidente de cerrar el paso hacia el Sur, hacia Sevilla, capital almohade en la Península, mediante la edificación de un recinto militar destacado por sus dimensiones y fortaleza.
Estructura hidráulica frente a la puerta / Víctor Gibello
Tras la conquista cristiana, ante la que se vieron inútiles las magníficas construcciones defensivas elevadas por los norteafricanos, la fortaleza de Montemolín sufrió nuevas reformas tendentes a conferir un nuevo uso al inmueble, que si bien siguió teniendo naturaleza militar, también se conviertió en sede de una de las encomiendas de la Orden de Santiago.
Puesta de sol desde la fortaleza / Víctor Gibello
Como elemento fundamentalmente destacado de este período, se elevó la torre del homenaje, elemento ajeno a las construcciones islámicas y propio de los sistemas defensivos cristianos. Junto a este elemento, el perímetro murado debió ser poco transformado, limitándose los santiaguistas a reparar las maltrechas fábricas tras los asedios a los que debió ser sometido. Las reformas fundamentales debieron ser efectuadas en el interior, siendo dotado el recinto de elementos de residencia y culto de los que carecía, entre ellos una iglesia, según manifiestan las fuentes históricas, cuya ubicación en el cerro es desconocida.
Es tiempo de concluir, también de marchar. Las estrellas cubren Montemolín, la Osa Mayor brilla sobre el Cerro del Castillo. Cuesta despedirse cuando el corazón pide permanecer donde es feliz. Dejo que Diana Navarro diga cantando adiós por mí, ella lo hace maravillosamente bien.
Montemolín en la noche / Víctor Gibello