Un planteamiento básico de lo que en Psicología denominamos Modelo Cognitivo, desarrollado por Aaron T. Beck, que guarda una estrecha relación con el título e intención del Blog que estreno es el siguiente: En nuestros pensamientos se encuentra el origen de nuestras emociones y comportamientos.
Atendamos por un momento a nuestro amigo del alma Juan. Hacía tiempo que no le veíamos y creemos reconocerle a lo lejos por sus andares. Efectivamente, es él pero, hay algo que no nos cuadra, su semblante no es el mismo de siempre; mirada perdida, cara de angustia según llega hacia nosotros. Casi tenemos que hacer un aspaviento con la mano para que sea consciente de nuestra presencia:
Chacho, ¿qué haces? – Ya, definitivamente recala en nosotros.
Buff, no te había visto. Perdona, pero estoy hecho polvo, la tristeza me está corroyendo – me dice.
¿Y eso? ¿qué te ha pasado? – Le pregunto.
Sara me ha dejado – Me suelta con los ojos llenos de lágrimas y la voz temblorosa, como si fuese un niño pequeño que se ha perdido en un parque y no encuentra a su mamá.


Dejemos aquí, esta historia, sin duda universal y reconocible en sus diversos niveles (quizá hemos sido protagonistas)
Si un amigo de Juan nos preguntase por él ( y tuviéramos la confianza suficiente) le repetiríamos resumidamente lo siguiente: Juan está hecho polvo porque Sara le ha dejado. Esto es lo que hemos aprendido casi todos desde bien pequeñitos, que la causa del sufrimiento de Juan está en la situación (Sara le ha dejado) por la que ha pasado. Sin embargo, esto desde el mencionado Modelo Cognitivo es discutible, porque nos falta una información preciosa para poder entender la causa directa de su sufrimiento.
Supongamos que hay tres Juanes y podemos acceder a sus pensamientos (resumidos) cuando Sara le dejó:
Vemos por tanto, que la situación “Sara me ha dejado” es el contexto en que Juan se siente mal, pero no la causa, ya que ésta reside en la interpretación (en los pensamientos) que haga de la situación que ha vivido. El contexto, la situación, es un estímulo que no tiene en sí mismo la capacidad de producir ninguna emoción, es algo que ha ocurrido en el mundo en un momento determinado, otra cosa es el significado que yo le doy.
Estos pensamientos se denominaron pensamientos automáticos, y tienen, cuando experimentamos malestar, dos características: de un lado, son muy rápidos, tanto que a veces ni siquiera nos damos cuenta de ellos y, de otro lado, la mayor parte de las veces son muy poco realistas o adaptados. Por ejemplo, Juan 1 se dice que necesita a Sara ¿Es eso cierto? No, probablemente estuviera muy a gusto con ella por todo lo que le aportase, pero aunque lo pase mal no va a explotar, sufrirá sí, sobre todo mientras crea firmemente en sus pensamientos automáticos. ¿Cuando dejará de sufrir? en el momento en que acepte que puede vivir perfectamente sin Sara. No es una tarea fácil pero sí posible.
Ser conscientes de que nuestros pensamientos provocan nuestra ira, angustia, tristeza, ansiedad, y todo el catálogo de emociones restantes, nos devuelve el control sobre las mismas, ahora esto también: La responsabilidad de cómo nos sentimos es nuestra.

La mayor parte de los pacientes que acuden a consulta vienen con la idea de que hay una causa que les ha provocado los síntomas por los que acuden; una enfermedad, una ruptura sentimental, un problema laboral, el deterioro de una relación familiar, dificultad con los estudios, problemas de convivencia, disfunción eréctil, o el famoso Soy… (incapaz, tímido, nervioso, etc., del que ya hablaremos). Mientras sigan pensando en estas situaciones como la causa de su malestar, es difícil que los síntomas desaparezcan, porque luchan arduamente contra , como habíamos mencionado el contexto, y no tienen ningún control sobre él (si me amputaron una pierna, ya la perdí, contra eso no puedo luchar). Así resulta prioritario que uno deje de mirar hacia la situación y empiece a preguntarse sobre ¿Qué estoy pensando cuando me siento así?¿Qué pensamiento me ha llevado a actuar así? Es un primer paso, después habrá que ver como modificarlo.
Ya por último, les dejo una canción que habla de emociones
P.D. No se pretende con este artículo trasladar la idea de que debemos controlar todas y cada una de nuestras emociones negativas, que cumplen su función, sino aquellas que nos llevan a un deterioro de nuestra calidad de vida (En el ejemplo de Juan 3, es extremo con un fin didáctico)