“Tañe las campanas que aún pueden repicar, olvídate de tu ofrecimiento perfecto; todo tiene una grieta, así es como entra la luz.”

Leonard Cohen

Esta es la belleza de lo imperfecto. Una y otra vez el mundo nos recuerda que las cosas son bellas como son. Olvídate de cómo quieres que sean, son como son y en ello reside su hermosura.

De nuevo recurro a Joan Garriga y a lo que su lectura me despierta. Aún recuerdo el escalofrío que sus palabras me hicieron sentir al descubrirlas, como quien ve el mar por primera vez. Y para hoy he elegido estas palabras de unas de las canciones de Leonard Cohen. Perfectamente podrían pasar desapercibidas, millones de personas las habrán pronunciado una y otra vez sin pararse a pensar en lo que representan, en lo que esconden tras una detenida meditación. Grande Leonard.

Qué difícil es darse cuenta cuando eres tú quien golpea una y otra vez contra la misma puerta, empeñado en pasar por ella, ignorando que a nuestro lado existe un mundo infinito de puertas que están esperando ser descubiertas. Pero el próximo día que te encuentres en esa situación, acuérdate de esto y mira a ambos lados, verás que hay vida más allá de lo que pensabas que era la muerte. ¿Por qué nos empeñamos en tocar aquellas campanas sin sonido, esperando que cada golpe haya hecho cambiar algo en su interior que no hubiera cambiado con el golpe anterior, sin darnos cuenta que esa campana es maciza y que cada golpe sólo consigue desesperarnos más y más? Con la cantidad de campanas que podemos encontrar y con las que poder crear esa melodía que necesitamos escuchar.

Identifiquemos esas campanas estériles. Habrá de todas clases y colores, pero es indiscutible que las dos que son comunes para todos son “ayer” y “mañana”. Esas campanas no podrán repicar nunca porque nunca serán reales. Ayer y mañana son sólo imágenes creadas en nuestra mente, recuerdos o sueños, pero qué duda cabe que no son reales. En el caso de mañana parece más fácil de entender, pero alguno pensará que ayer es real, pues lo viviste, recuerdas como fue. Pero dime cómo huele aquella flor, a qué sabe aquel dulce, ¿está fría el agua de aquel río? Y no podrás decirme más que lo que tu mente recuerda de aquello, de la imagen que creaste en aquel momento. No tienes más que tu álbum de fotos de tu vida, y una foto nos es más que eso, una imagen estática del pasado con la que vas creando tu película de la vida. Olvídate de ayer y mañana y empéñate en conocer a hoy, que en él está la vida, la acción, el movimiento. Hoy es la única campana de la que tenemos la certeza que repica, y ¡cómo repica!…

Y olvídate de tu ofrecimiento perfecto, déjate de excusas. Cuántas personas son incapaces de disfrutar realizando lo que más les gusta por el simple hecho de que el resultado no es perfecto. Las cosas son lo que son, y por el simple hecho de ser lo que son, son perfectas en su imperfección. Buscar la perfección puede resultar una excusa de quien no se permite disfrutar o quien no quiere concluir un proyecto, al saber que al concluirlo tendrá que encontrarse frente a sí mismo. No se trata de algo tan extraño. Seguro que conoces a alguien que tiene la habilidad de atraer el caos a su vida, que por bien que parezca que le pueda ir en esta ocasión, siempre encuentra la forma de torcer las cosas y de volver a su miserable vida. ¿Casualidad? ¿Mala suerte? En muchas ocasiones simplemente se impiden a sí mismos poder prosperar, ser felices, tener éxito. De cualquier otra manera dejarían de ser esa pobre persona a la que la vida no le sonríe. Fijaos en esas personas, veréis como el día que le contéis que algo os ha ido mal, siempre tienen alguna experiencia peor, de manera que no le podáis quitar el trono que tanto esfuerzo le ha costado conseguir. Apiádate de estar personas y trátalas con compasión. Sé consciente de lo que no quieres ser y ponte manos a la obra para evitarlo.

Y la vida es imperfecta y en su imperfección reside su belleza. En ese nudo del tronco del árbol que hace que la escultura sea única; en esa pluma que se desprende del pájaro al volar, con la que escribir cartas de amor; esa hoja del árbol que tras caer te permitió guardarla entre las hojas de un libro; esa roca que rompió, y por su grieta asomó aquel rayo de luz.