Los hombres deben saber que del cerebro, y solo de él, vienen las alegrías, las delicias, el placer, la risa y también, el sufrimiento, el dolor y los lamentos. Y por él, adquirimos sabiduría y conocimiento y vemos, y oímos y sabemos lo que está bien y lo que está mal, lo que es dulce y lo que es amargo. Y por el mismo órgano, nos volvemos locos, y deliramos y el miedo y el terror nos asaltan. Es el máximo poder en el hombre. Es nuestro intérprete de aquellas cosas que están en el aire.

Hipócrates (460-370 A.C.)

Interesado en la neurociencia, con cada pincelada de conocimiento no puedo más que corroborar mi pasión por todo cuanto rodea al cerebro, la mente, el pensamiento y su poder sobre nosotros, sobre nuestra percepción del mundo, nuestras emociones e incluso nuestra salud. Mis ansias de conocer cada vez más sobre esta disciplina y su aplicación me llevan a darme cuenta, cada vez que descubro algo nuevo, de lo lejos que estamos de dominar nuestro cuerpo.

Sabemos más de algunas partes del universo que distan años luz de nosotros que de nuestro propio cerebro, y lo que me resulta más curioso aún es que nos interese más llegar a la Luna o a Marte que llegar a nosotros mismos, sin darnos cuenta que esa sería la mayor conquista que podríamos soñar.

Durante las últimas semanas tengo más presente, si cabe, cómo nuestro cerebro consigue que pasemos de los altares al mismísimo infierno tan solo por hacer lo que su propia naturaleza le ordena que haga y nos encuentre sin herramientas y conocimientos con los que poder gestionar nuestra mente y dirigirla hacia nuestro propio beneficio.

Verduras ecológicas, cerveza sin alcohol, running, natación, baño turco y tratamiento con algas. Cardiólogo, urólogo, fisioterapeuta y podólogo. Colchones de viscoelástica, filtros para el agua, humidificadores y leche sin lactosa. Nuestra obsesión por cuidarnos más y mejor crece al mismo ritmo que las ventas de Prozac.

El caso es que todas estas cosas están muy bien, pero ¿de qué nos sirve si no cuidamos de igual manera a aquello que lo gobierna todo?

Si acudes al quiromasajista para equilibrar tu cuerpo, ¿por qué no acudir al psicólogo para equilibrar tu mente o al reikista para equilibrar tu energía?

Si no nos da vergüenza salir a correr con zapatillas llamativas, mallas que se confunden con la piel, cintillo en la cabeza, funda en el brazo para un supersmartphone más grande que el brazo y todo tipo de gadgets, ¿por qué nos da vergüenza bailar en medio del parque sin música y sin motivo? ¿Por qué tener un personal trainner es algo cool y denota buena salud, pero tener un psicólogo da yuyu y denota problemas mentales? ¿Por qué nos interesa tanto el spinning, aquaerobic, cardioboxing o el bodypump, pero no el mindfulness, coaching, meditación, biodanza o un concierto de cuencos tibetanos?

No se trata de elegir uno u otro, pues no son excluyentes, pero convendría recordar que la mejor condición física se encuentra totalmente a la deriva sin una buena condición psíquica.

Cuando nos importaron los problemas de erección, se inventó una pastillita azul que lo solucionó. Es posible que algún día se invente una pastillita verde que solucione todos nuestros problemas mentales, aunque para ello, además de considerarlo un problema tan importante como la disfunción eréctil, será necesario que la pastillita verde compense las ventas del Prozac.

Hasta entonces, seguiremos leyendo, formándonos, acudiendo al psicólogo y bailando en los parques, porque como decía Hipócrates, el cerebro es el máximo poder en el hombre y nuestro intérprete de las cosas.