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José María Fdez Chavero

Psicología y Vida

Otros nombres para el Síndrome de Down.

Alfredo, Ángela (mi hija), Victoria, Cristina, Elena e Isabel

Durante siglos se ha conocido a las personas con Síndrome de Down como los niños y las niñas de Dios y se les encerraba en conventos de por vida, por ser este el lugar que se consideraba adecuado para las personas reservadas a Dios. No es hasta el siglo XIX, más en concreto 1866 cuando el médico inglés John Langdon Down describe las características físicas de estas personas. Y es en 1959, cuando el genetista francés Jerome Lejeune descubre la trisomía del par cromosómico 21.

Se ha dado muchos nombres a lo largo de la historia para designar a las personas con esta alteración cromosómica. Se les ha llamado y se les llama deficientes mentales, mongolitos, disminuidos psíquicos, y algunos más que están en la mente de todos y que pueden llegar a ser hirientes. Lo de deficiente mental porque su capacidad mental está, por lo habitual, por debajo de la media de la población. Lo de mongolito por su parecido con los nativos de Mongolia, lo de disminuido psíquico por ser personas que a nivel psíquico se encuentran en inferioridad de condiciones. No voy a entrar a discutir, sí a cuestionar unos términos que están ampliamente arraigados en la sociedad. Cuestiono que se les defina atendiendo a aspectos parciales de sus vidas, ya sea en lo intelectual o en sus parecidos físicos. De ahí, que quiera llamar la atención sobre otros aspectos de la personalidad de las personas que tienen este síndrome para ser justos con ellos.

Lo primero que deseo destacar es que son personas con una sensibilidad afectiva especial, con una gran capacidad para mostrar sus sentimientos y muy cariñosos, en una Sociedad empobrecida en estos aspectos. En este sentido puedo decir que son superdotados afectivos, por lo que ya tenemos otro nombre para designarlo. Muestran menos índice de consumo de tóxicos que la población llamada normal, menos criminalidad, no suelen provocar robos, ni desfalcos económicos en sus familias ni en sus trabajos, por lo que podríamos llamarle las personas honestas, los honrados, los sociables. Prácticamente no hay dependencias alcohólicas ni de juegos entre ellos, con lo que podrían recibir el nombre de los equilibrados. Difícilmente nos encontraremos a alguno que se haya cuestionado su vida hasta el punto de encontrar la solución del suicidio como la única posible, por lo que también podríamos llamarle los que están satisfechos con sus vidas.

Como se puede ver, pueden recibir muchos nombres, pero todos obedecerían a aspectos concretos de sus vidas… y si los nombres anteriores los cuestionaba, también estos, porque cada uno tiene su propio nombre. Se llaman Ángela, Victoria, Isabel, Alfredo, Elena, Samuel, Alejandro… como tú y como yo, porque también los hay que se llaman José María.

Como toda persona, ellos también tienen sus deseos, ilusiones, gustos, preferencias, miedos, caprichos, intransigencias, enfados, rabietas… tienen sus aciertos y sus fallos. Unos para ser reforzados y reconocidos positivamente y los otros para ser puestos en la bandeja de los aspectos que deben ser modificados. Las exigencias educacionales y sociales deben estar presentes en el proceso de socialización de estas personas, adaptadas a sus peculiaridades, como se debe hacer con cualquiera otra. Debemos asegurar su formación profesional para que puedan capacitarse para un futuro desempeño laboral y ahora las leyes educativas no lo posibilitan. No debe estar presente la actitud lastimera ni la de pena en el proceso de educación, porque estaríamos condicionándole en sus posibilidades. Y esto se debe aplicar en la educación de toda persona, ya tenga la diabetes o la hemofilia, superdotado intelectual, rubio o moreno, alto o bajo, blanco o de color, de familia con muchos o pocos ingresos económicos, o que viven en ciudad o pueblos. Labor de los adultos es que los niños y niñas vayan madurando y haciéndose personas que tienen en cuenta a los demás, que desarrollan sus capacidades cognitivas, afectivas, volitivas, espirituales en la medida de sus posibilidades… y esto es igual para todos. Desde ahí, cada uno irá encontrando sentido a su vida en medio de una Sociedad en la que no siempre resulta fácil encontrarlo.

 

(Publicado en Diario Hoy. La Concejalía de juventud de Mérida concedió el premio T de Tolerante. No señalo fechas porque sigue estando vigente todo su contenido. Sí le añado que las leyes educativas actuales no permiten que se formen profesionalmente)

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Sobre el autor

La solidaridad, la tolerancia y la justicia son valores imprescindibles para lograr una sociedad mejor para todos. Somos ciudadanos del mundo con el derecho a vivir y a ser respetado. Este blog quiere ser lugar de encuentro entre la Psicología y la Vida de todos los que lo deseen. Es posible hacer un mundo más justo.


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