La autoestima es la percepción del propio valor que tiene uno como persona, muy relacionado con quererse y aceptarse a sí mismo. Una buena autoestima es componente esencial de una personalidad sana y equilibrada, por el contrario, una baja autoestima está presente en múltiples trastornos mentales y comportamientos inadaptados y está relacionado con rasgos de ansiedad, sentimientos de inferioridad, etc. La importancia de la autoestima es grande, por eso vamos a adentrarnos en algunos consejos prácticos que puedan ayudarnos.
Las bases de una buena autoestima se ponen en los primeros años de vida, como casi todos los aspectos de la personalidad. Un niño valorado y aceptado por los padres y allegados, y después por los profesores y compañeros estará en buena disposición para ir elaborando una buena imagen de sí mismo y aprenderá a valorarse. Los elementos importantes en este proceso son la atención, el interés y el afecto de los padres, el sentirse amado y aceptado de modo total e incondicional, el percibir que en su educación hay normas y límites claros en consonancia con que se le respetan sus acciones, gustos e iniciativas dentro de esos límites. También son adecuadas las valoraciones positivas como bueno, listo, guapo, no así las valoraciones negativas como tonto, malo, inútil que pueden acercarle a la profecía autocumplida (‘lo que me dicen me lo creo y respondo a lo que se espera de mí’).
Otros elementos que ayudan a elaborar una buena autoestima es que el niño sienta que importa, que se le escucha y se respeta su opinión sin ridiculizarle, que se comparte tiempo y juego. Se celebran sus éxitos, aunque sean pequeños y cuando algo no lo haga bien, indicarle que ese comportamiento concreto no lo ha realizado de forma correcta. Es práctico ser moderado en los criterios de exigencia, utilizar con frecuencia la felicitación y enseñarle las destrezas por las que luego puede sentirse satisfecho, por ejemplo, montar en bicicleta, peinarse solo… porque lo que él no hace y los demás sí le hace sentirse inferior, pero también hay que trabajar con él otras tareas que no le apetecen tanto, como ordenar la habitación o recoger la ropa.
Caemos con frecuencia en el error de no ponerle límitesni normas por miedo a la frustración y con eso lo único que se consigue es una persona desorganizada, con dificultad para convivir, algo indispensable en la educación. No olvidemos que una buena manera de atender la autoestima del niño es atender la propia, es decir, ser capaz de disfrutar de los aciertos y saber perdonar los errores. Concluimos este apartado afirmando que el lenguaje debe huir de las generalizaciones, de las amenazas, del trato que ignora y de las descalificaciones.
En cuanto al tipo de padres que influyen negativamente y generan poca confianza, inadaptación y un bajo rendimiento en las tareas intelectuales de los niños están los padres dictatoriales que valoran la obediencia incondicional y los castigos enérgicos. Otros que tampoco ayudan son los permisivos, los que exigen poco, dan una autonomía prematura e inadecuada y aplican pocas normas y sin límites. El tipo de padres que favorecen una buena autoestima, comportamientos adaptados, un buen rendimiento e imagen personal son aquellos que exigen el cumplimiento de unas normas, muestran afecto y cariño, favorecen cierta autonomía adaptada a la edad del niño, consultan determinadas decisiones que le afectan y que éste puede entender y opinar. Podemos mejorar nuestra autoestima y colaborar con los demás para que mejoren la suya.