Con 15 años empezó mi infierno. A mi padre lo trasladaron a trabajar al pueblo donde veraneábamos y aunque retomé viejas amistades no me sentía integrada. Comencé a compararme, me sentía inferior, no encajaba… En 3º dela E.S.O. empecé a ir mal en los estudios, me pasaba el día tirada en el sofá viendo la tele, escribiendo e inventándome excusas para no salir con mis amigos. Aunque aprobé el curso, ese verano algo cambió en mi cabeza. Me quité el pan, usaba productos desnatados… En 4º me obsesioné con los estudios, me pasaba la tarde estudiando y haciendo ejercicio. Ahora me sentía mejor, estaba más delgada, sacaba buenas notas, pero muy pronto mi carácter cambió.
Me volví más irritable, broncas en casa a la hora de comer, buscaba excusas para no ir a comidas, pasaba las 24 horas del día pensando lo que había comido, lo que tenía que comer, las calorías, el peso, la culpabilidad cuando me obligaban a comer… Al año siguiente me ingresaron en el hospital, yo no entendía por qué estaba allí. Fue el Endocrino el que me habló de la Anorexia. Yo lo negaba, “yo comía, lo que pasa es que me cuidaba, ¡qué estaban diciendo, no me dejaban en paz!”; me pusieron la sonda, cada vez iba peor. Me llevaron a Psiquiatría y de ahí al Niño Jesús de Madrid donde tuve numerosos ingresos. A los 20 años mi madre me hablo de una clínica donde no tenías que llevar pijama todo el día. Era una casa con terapias de grupo e individuales. Yo tenía conciencia de enfermedad.
Estuve 1 año en la clínica y 9 meses en pisos terapéuticos. Allí mi psicóloga, me dijo una frase que cambiaría mi vida “Prueba a vivir sin enfermedad, si no te gusta siempre puedes volver”. Allí aprendí que la Anorexia es la punta del iceberg, que en la base, ocultos, están los verdaderos problemas, los que la comida enmascara y los que no puedes ver si no resuelves el síntoma. Actualmente vuelvo a disfrutar comiendo, como de todo sin sentirme culpable y me di cuenta que no soy un globo que se hincha cuando come. Ya no me preocupa el peso. Es cierto que nunca puedes bajar la guardia y que todavía me quedan cosas por resolver, la baja autoestima, inseguridad… cosas que la Anorexia no me permitía trabajar, pero soy mucho más feliz y lo más importante ¡¡Estoy Viviendo!! Estudié, estoy trabajando y la relación con mis padres ha mejorado.
Es cierto que cuesta muchísimo, es una lucha feroz contra ti misma, pero creedme, compensa. La Anorexia me robó muchos años y no le voy a dar un minuto más. Trajo mucho sufrimiento a mi familia y a la gente que me quería. Y bueno, sigo trabajando temas de inseguridad pero desde mi casa. Si estáis en una situación similar o conocéis a alguien que lo esté, recordad esta frase “PRUEBA A VIVIR SIN ENFERMEDAD, SEGURO QUE NO QUIERES VOLVER”