Nos hemos tristemente acostumbrando a un ejercicio de la política en las que prima la expresión ocurrente y, en ocasiones, grosera que desprestigia al rival y que está exenta de explicaciones sobre los asuntos debatidos. Esto lo vemos casi a diario en los debates sobre política.
Es frecuente que cuando una persona reflexiona sobre algún tema, lo primero es buscar una explicación sobre cómo se encuentra ese asunto y valoramos si está bien o está mal. Si concluimos que está bien los responsables somos nosotros y cuando está mal entonces los culpables son los demás: el anterior régimen, la democracia, tal o cual partido político, los empresarios o los sindicatos, la iglesia, etc. Posiblemente todos tengan parte de razón en su análisis porque depende, en gran medida, de las premisas o de la situación personal de partida.
Si ese es nuestro discurso, estaremos justificando nuestra incompetencia, nos libraremos de la realidad del presente y del reto del futuro para instalarlos en la resignación que empobrece, aunque tranquiliza y esto no debemos aceptarlo.
Que Extremadura ha avanzado es un hecho palpable, tan solo hay que darse un paseo por nuestras calles o plazas, o salir a las carreteras, o ir a los hospitales o universidades, etc. para darse cuenta, pero nos gustaría vivir en una región sin tanto desempleo, con condiciones de vida más dignas, con mejores medios de comunicación, con fábricas y tejido industrial… Una región acogedora del necesitado y del que viene de fuera, que potenciase el desarrollo de todos sus miembros. En esto coincidimos y es un buen punto de partida. Quizás nos diferenciemos en cómo conseguirlo o en la prioridad que asignamos a cada uno de ellos y eso es cuestión de legitimidad política y de actitud de diálogo.
A mí, como extremeño, me preocupa vivir en una región de subvenciones, por otra parte, totalmente necesarias. Sería penoso si nuestro mayor esfuerzo lo dedicamos a la caza de la subvención para salir del paso y nos olvidamos de lo realmente importante: el presente que construye un futuro.
La historia demuestra nuestra capacidad de búsqueda, de integración en otras tierras y culturas, de acogida, de trabajo, de acomodación con lo que podemos conseguir, de espíritu de sacrificio… Nos encontramos en una tierra de encuentro y superación. Desde el poder que me da el ser uno más animo al diálogo, a la búsqueda de soluciones, a la realización de todos con condiciones de vida dignas.
No queremos limosnas ni subvenciones regaladas, queremos el reconocimiento de nuestro esfuerzo y el pleno desarrollo como región y como personas. En este desarrollo estamos todos, los que más tienen y los que menos, los que trabajan y los que están, por desgracia, desocupados, los más inteligentes y los menos, el sano y el enfermo. Y será en el reparto cuando debamos tener en cuenta las desigualdades para ayudar más al que más lo necesita y quiero mencionar la realidad de las personas con diversidad funcional o mal llamadas discapacitadas que ven año tras año cómo se les olvida. La inclusión no será una realidad hasta que no se les proporcione los medios para una formación integrada y digna, abierta al mercado laboral. Extremadura debería ser la región de la Inclusión.