Las siguientes líneas podrían ser el capítulo de un cuento, pero corresponde a un sentimiento muy profundo de una persona en un momento muy especial de su vida. Y al igual que todos los cuentos, éste también tuvo su final. Falleció de cáncer a los pocos días, con una inmensa paz y convencido de que la vida le ha tratado bien y de que ha sido un afortunado. Dedico este escrito a todas las personas que han vivido desde parámetros de amor, convencido de que han triunfado.
“Son las once de la mañana. Llueve. Estoy cumpliendo cuarenta años. El Mediterráneo está hermoso esta mañana bajo los truenos de una gran tormenta. Nadie en la playa. Los veraneantes se han ido y nos hemos quedado solos la playa y yo. Dos perritas juguetonas están tumbadas a mi lado y el cielo pasa de un color plata brillante a un azul amoratado, según va siguiendo la tormenta.
Creo, sin ánimo de melodramas, que es el mejor momento y el mejor decorado para despedirme. Todo este verano he sentido la proximidad de las cosas que se acaban. Sensación que me atenaza y que puede ser una sugestión mía, pero lo cierto es que está ahí. Estos avatares me han ayudado a descubrir la vida de otra manera y a las personas a otros niveles. Han sido intensidades nuevas, a veces dolorosas, y otras increíblemente hermosas. Hoy estoy plenamente convencido de que la vida está entre nosotros mismos. Todos venimos al mundo con unas capacidades y nuestra tarea debiera ser desarrollarlas. Al final, creo, que esa ha constituido mi gran preocupación.
Sigue lloviendo con mucha intensidad, la tormenta está encima. El hombre del café me ha sacado, bajo la pérgola, una mesa para que pueda escribir, con solo el mar por delante. Es absolutamente precioso. Hacía tiempo que mi espíritu no se sentía tan apacible…
Hoy me despido, aunque no sepa cuando me voy a ir, pero todos deberíamos saber y aceptar, que cuando venimos a esta Tierra es para volvernos a ir un día. Yo quiero despedirme hoy de ti, mi hermano, mi amigo, mi amiga, mi enemigo – o de ti, que nunca nos hemos cruzado y que podríamos haber hecho muchas cosas juntos. Y quiero hacerlo hoy, en mi cumpleaños, con mis plenas facultades mentales y espirituales. Con el Mediterráneo a 50 metros y mis cuarenta años detrás de mí.
La lluvia y la tormenta son tan intensas que no se escucha el sonido del mar. El cielo es gris plata y se confunde ahora con el horizonte. La playa inmensa, vacía, tocada con el señorío y la grandiosidad del mar, y a la vez con la sencillez de las cosas simples.
He conocido muchas personas en mi vida y he disfrutado mucho junto a ellas, recibiendo sus cariños, percibiendo sus grandezas. Vosotros, mis amigos, mis compañeros, me habéis hecho feliz y a veces desgraciado, pero siempre, me habéis proyectado vuestra fuerza, caminos, ilusiones. Me habéis ayudado a levantarme y habéis reído y llorado conmigo.
No hay que preocuparse de hasta dónde nos llega la vida, aunque todos la amemos y la quisiéramos hacer eterna. Y puede ser eterna si sabemos proyectar nuestra fuerza y lo que somos en las cosas y en las personas. No sé cuando me iré, sólo los dioses lo saben. Lo que sí te aseguro es que te buscaré siempre, para disfrutar de ti y de lo que nos rodea, para sentirnos juntos, fuertes e invencibles. No te niegues este placer con los demás.
Por último, decirte que todos podemos desarrollar aquello que existe dentro de nosotros, aunque existan fuerzas de fuera y de dentro que intenten combatirnos. Puedes llegar donde quieras si buscas dentro de ti. Tu fuerza y tu debilidad serán el protagonista y el antagonista de tu comedia y con ellas llegará al final de la obra… Y será un éxito.
La tormenta se ha marchado, el cielo está claro y azulado y algunos viandantes pasean por el malecón. Ha sido hermoso celebrar mi cumpleaños, entre el mar, la tormenta y vosotros. Os quiero todo lo que he aprendido a querer en esta vida”