Condenados por la ignorancia y la descalificación de personas que se niegan el derecho a informarse y a conocernos. La siguiente noticia del 29 de junio de 2018 nos sitúa, de nuevo y por desgracia, en el centro de la discriminación:
“Expulsan de un karaoke a un grupo de jóvenes con síndrome de Down al grito de «¡subnormales!» El dueño del local, según la versión de las monitoras, llamó a los chicos «tontitos» e intentó que otros clientes no entrasen por «su seguridad»’
Nadie debe echarme de un lugar por mi imagen, antes me voy yo porque su compañía no me enriquece. A mí, mi imagen me gusta. Soy como soy y doy gracias a Dios por ello.
A todos aquellos que nos marginan les escribo esta carta con el objetivo de que nos conozcan un poco.
Lleváis toda la vida dándonos calificativos marcados por el tono compasivo y lastimero de los mismos. Nos habéis denominado de muchas maneras. Nos dijisteis subnormales y tenía cierta coherencia con vuestras ideas porque creéis que estamos por debajo de vosotros. En otros momentos os inventasteis eso de mongolitos, tan solo porque tenemos los ojos rasgados y la nariz pequeña. Sacasteis lo de deficientes mentales porque tenemos un déficit de inteligencia. Ahora nos llamáis discapacitados y disfuncionales y me pregunto el porqué no nos llamáis por nuestros nombres. Os perdono vuestra poca sensibilidad. Nunca se me ocurriría identificar a los demás por lo que no tienen tan desarrollado, pero paso.
Habláis mucho de inclusión en los últimos años, de que compartamos espacios y tiempos y para mí es otro sinsentido. Es cierto que estamos en las aulas con compañeros llamados normales y estudiamos y llevamos las tareas hechas y a ellos les dais un título al finalizar sus estudios y a nosotros no.
Qué difícil lo tenemos nosotros para formarnos y poder trabajar. Además, nos encontramos con algunos profesores que no saben y se quedan en reducir y no en adaptar lo que nos vendría bien aprender. Eso si no te entregan una fotocopia al principio de clases para que la colorees y poco más. Menos mal que de estos últimos hay pocos. Eso no es incluir, eso es seguir marginando en medio de los demás. Si todos los profesores apostasen por la formación adaptada, otro gallo cantaría.
A medida que cumplo años me voy dando cuenta que somos bastantes las personas que no cumplimos eso que denomináis normalidad. Existen asociaciones preocupadas por encontrar subvenciones con las que pagar carísimos tratamientos y medicinas, otras planifican actividades para que no nos pasemos el día encerrados en las casas porque a nosotros nos echan pronto del sistema educativo. Otras montan talleres y pequeñas empresas para que podamos ganar algo de dinero y las hay que organizan actividades de ocio. Me pregunto qué ocurriría si se uniesen y exigieran una ley de inclusión real en la que se recogieran los aspectos educativos, sanitarios, laborales, de vivienda, etc. Nos harían caso porque somos millones de votos, si contamos a nuestras familias.
En los medios de comunicación nunca he visto a ningún denominado discapacitado montar un ataque terrorista, ni maltratar a compañeros, ni diseñar armas de destrucción masiva, ni ordenar bombardeos de ciudades, ni vender drogas asesinas que trastornan la mente de los jóvenes. No roban el dinero público de las instituciones, ni dejan sin casa a los que perdieron el trabajo o fueron engañadas por desalmados normales…
Creo que nos iría mejor si se nos conociera. Os deseo un feliz día y larga vida.