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José María Fdez Chavero

Psicología y Vida

Ánimos de vida

angela

Todos tenemos experiencia propia y ajena de dolores físicos. ¿Quién no se ha caído alguna vez y se ha hecho daño en las rodillas o codos? o ¿cuándo no se ha padecido el desagradable y nocturno dolor de muelas o de estómago o de cabeza o de pies agotados después de un día de largas colas…?

Los dolores son innumerables y tan variados como terminaciones nerviosas, músculos y huesos forman nuestro diminuto organismo. Estas sensaciones son desagradables, nos generan mucho sufrimiento por la impotencia que nos despiertan y se suelen abordar con analgésicos comunes o, si el dolor es resistente, acudimos a los opiáceos que son de una potencia superior. Son fármacos de probada eficacia y seguro que nos suenan nombres como paracetamol o acetilsalicílico o ibuprofeno, etc.

Nadie se libra de esta experiencia y nos llega desde el mismo momento que sentimos el aire de este mundo en nuestra piel o los primeros rayos de luz porque el  nacimiento duele a la madre y al bebé. Si bien es verdad que la percepción de estos dolores es desagradable, lo es aún más los próximos que traemos a estas líneas.

Estos segundos dolores invaden las existencias humanas como si de enredaderas se tratasen. También padecemos sus devastadores efectos y no son fáciles de abordar. No responden a analgésicos de ninguna clase, se traducen en sensaciones muy variadas como llantos o tristezas o impotencias y suelen ser bastantes resistentes al olvido.

Entre ellos está la imagen del padre o de la madre que se debaten entre la vida y la muerte, resistiendo la fragilidad del cuerpo, apagándose durante semanas y meses sin más comunicación que una mano que agarra o una respiración entrecortada por toses que agotan.

Está el hermano derrotado por un cáncer anárquico y cruel que le deja sumido en la debilidad física y en el quebranto psicológico y que detiene su ciclo vital. Y qué decir de ese amigo íntimo que te mira con ojos perdidos en la nebulosa de una mente confusa por las drogas o el alcohol, con el tenue y pasajero compromiso de no volver a consumir. También está el dolor que causan las lágrimas de impotencia del hijo que no encuentra soluciones a sus problemas y que se haya inmerso en un camino sin luz.

Muchos podríamos contar y describir pero es momento para mencionar algunas  maneras de afrontar tanto displacer, con el convencimiento de que la vida tiene muchos alientos que son los que realmente nos salvan.

Estos dolores del alma o del corazón figurado son sensibles a las palabras de ánimo y aliento, a los achuchones cariñosos, a los abrazos prolongados y desinteresados, a los relajados silencios acompañados, a las caricias suaves y sin prisas, a los paseos dialogados, a las miradas y a los guiños de complicidad, a las brazos por encima de los hombros, a los apretones de manos, pero, sobre todo, al amor sincero que se entrega sin pedir nada a cambio, que hace de la gratuidad su principal seña de identidad.

Es mi deseo sincero que aún en medio de los dolores físicos y del alma sintamos todos los placeres que proporcionan la amistad y el amor, con el claro convencimiento de que por encima de la finitud física se encuentra la infinitud del espíritu.

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Sobre el autor

La solidaridad, la tolerancia y la justicia son valores imprescindibles para lograr una sociedad mejor para todos. Somos ciudadanos del mundo con el derecho a vivir y a ser respetado. Este blog quiere ser lugar de encuentro entre la Psicología y la Vida de todos los que lo deseen. Es posible hacer un mundo más justo.


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