Me considero una persona crédula, pero no ingenua y los avatares de esta campaña electoral no solo me generan incredulidad sino que, en ocasiones, me sonrojan y me produce vergüenza ajena.
Días y semanas de réplicas sobre réplicas llenando los espacios informativos y quiero, como votante, saber si van a ser capaces de dialogar y llegar a acuerdos que mejoren la vida privada y comunitaria.
Muchas promesas que me cuesta creer. Algunas las considero imposibles de cumplir porque ni hay tiempo ni dinero, pero las escucho con el deseo de que el confundido sea yo.
Sí me resulta muy difícil de entender, y puedo asegurar que estoy muy atento a lo que dicen, el planteamiento de esta campaña electoral de continua venta ambulante.
Me dirán que se han hecho muchas cosas y no lo discuto, muchas de ellas impensables hace años, pero la mayor promesa que espero escuchar y no escucho es que van a ser capaces de sentarse para buscar soluciones reales a los asuntos que tenemos planteados y que no se solucionan.
Hay asuntos que precisan de amplios consensos, pero si no hay esa disposición, pasarán los meses y seguiremos padeciéndolos. A modo de ejemplo tenemos el asunto del desempleo, Cataluña, la violencia en todas sus versiones con especial atención a la de género, la Educación y la Sanidad, las pensiones, etc. A modo de ejemplo.
Por circunstancias personales me pregunto si van a ser capaces de dialogar porque la educación depende de que elaboren una ley que realmente dignifique la formación de todos, comenzamos por los que más excluidos tenemos, entre ellos se encuentra mi hija.