Hoy comienza, no valoremos ya los resultados porque están por venir y pueden ser buenos. En una colectividad como es España, con múltiples puntos de vista y de intereses, es preciso el diálogo que busca entendimiento y acuerdos, y para ello todos deben tener la posibilidad de expresar sus inquietudes y necesidades desde el respeto a los demás.
Respeto no significa estar de acuerdo, pero sí dirigirme al otro con consideración, con delicadeza, sabiendo que es importante para su persona. Aunque no sea monárquico me dirijo a la figura del Rey con decoro y consideración, al igual que si hablo de la República sin ser republicano. Soy cristiano, no soy musulmán y trato el nombre de Alá sabiendo que es un nombre santo que habla de la divinidad de millones de personas. Si veo una bandera roja, o multicolor, sé que no coincide con la de mi país, pero la respeto porque considero que detrás hay personas a las que les representa.
Si los más fuertes desde el diálogo limitado e impuesto sólo buscan su beneficio propio se corre el riesgo de que los otros miembros de la colectividad se rebelen en no mucho tiempo. El deseo desmedido por algo nos hace perder la objetividad, nos confunde, nos difumina el decoro y espanta el respeto por aquellos que no desean lo mismo que nosotros. El deseo desmedido nos puede llevar a la obsesión, a la enfermedad y a la deshumanización.
Todos responsables, con responsabilidades de distintos grados y el pueblo votante lo hará saber en futuras convocatorias de elecciones.