El 1 de mayo es el día internacional dedicado a las personas trabajadoras. El trabajo es un derecho y un deber, un reto y un sueño, algo para lo que nos formamos durante largos y no siempre entretenidos años. Es un bien escaso en la sociedad actual, hasta el punto de que estamos dispuestos a coger cualquier trabajo con tal de ganar algo de dinero para poder subsistir.
No es solo una manera de ganarse la vida y de ayudar a la familia, es también un camino para realizarnos y ser mejores personas y ahí se encuentra la dignidad de la persona y de su actividad. También debemos tener muy presente que la dignidad no se encuentra en el trabajo, sino en la persona que lo desempeña. No hay profesiones indignas, hay personas que la hacen indignas desde su indignidad.
Se suele hablar del trabajo remunerado, ese que nos mantiene en la sociedad, pero hay otros muchos: como el del estudiante que hora a hora y examen a examen va formándose, el del abuelo que recoge con puntualidad exquisita al nieto para llevárselo a casa y ayudar a los padres que no pueden, también está el del voluntario que transforma sus horas libres en hermosos cantos de gratuidad para entregárselo a los demás con el único objetivo de ayudarles, está el continuo de los padres y de las madres que no rehúyen ningún esfuerzo por los hijos.
Termino compartiendo mis deseos de que este derecho del que muchos miles de españoles y residentes en España no disfrutan se haga realidad en un futuro cercano. Será imprescindible la unión de todos, algo a lo que no siempre estamos dispuestos.