El hostelero que violaba a su bebé de seis meses y la ‘vendía’ por Instagram.
Les llamo inhumanos, no porque no nacieran humanos sino porque dejan de serlo en el momento que maltratan de esa manera a otro ser. Son inhumanos porque han transformado la razón en un arma de destrucción, como tantas veces hacemos en nuestra historia de humanidad.
Tengo sentimientos de incredulidad, de preguntarme cómo es posible que un padre, un hombre, varios hombres se cieguen ante el dolor del débil, ante la súplica del que no tiene culpa de nada, ante la impotencia del indefenso. Tengo una gran incredulidad porque no me explico cómo, en el caso de grupos, no hay ninguno que diga que es un abuso despiadado lo que están haciendo y que deben parar. Me dirán que acuda a la psicología para encontrar explicación, pero de ahí vengo y no quiero explicaciones que les disminuya la responsabilidad.
Tengo sentimientos de profunda rabia, en el que se me amontonan palabras que quieren decir lo que tengo en mi mente y en mi mundo afectivo. Palabras como: ¡ya está bien!, ¡a la cárcel con todos ellos! ¡que se pudran encerrados! Y otras que deseo no transcribir por delicadeza conmigo y con los demás y porque sé que no solucionaría nada, tan solo acrecentaría el problema.
Tenemos tan olvidada la educación que me siento también responsable, partiendo de la idea muy clara y rotunda que los macabros protagonistas son los violadores y maltratadores.
Necesitamos una educación que tenga como primer punto el respeto a uno mismo y al otro, necesitamos una educación en empatía, en tolerancia, en captación y expresión de sentimientos. Una educación sexual basada en el amor o en el goce y placer consentido y compartido, no entro en valoraciones que nos despistarían. Si las redes forman a nuestros machos en una sexualidad de violaciones, de orgías no consentidas, de abusos a menores, etc. y el resto no alzamos la voz, es que todos compartimos algo de responsabilidad.
O le damos forma a la educación o tendremos cada día más violaciones, maltratos, asesinatos y ese largo etcétera que todos conocemos. Si no ponemos solución, convertimos en invisible a la mujer, a la persona maltratada, al débil físicamente hasta que la violación consumada o la muerte les da lo que nunca debieron perder, la visibilidad, ser visible. No vale solo con condenar al culpable y con pedir perdón a las víctimas, hay que trabajar la prevención y eso se hace con educación y con más controles.