La educación y la formación me interesan y preocupan por las repercusiones en la vida individual, familiar, social y comunitaria de las personas. Ponen las bases de las propias existencias y de la sociedad y son las que nos proporcionan hombres y mujeres trabajadores o vagos, bien informados o ignorantes, positivos o negativos, con ilusiones o con tendencia a la desesperación. La educación y la formación comienzan en la familia y continúan en los colegios, institutos, universidades.
Los padres deseamos tener hijos que sean buenas personas y aplicados estudiantes y nos preocupamos por su felicidad, por su desarrollo moral, cognitivo, emocional y volitivo. Hay padres que no tienen el tiempo necesario para proporcionar un modelo educativo a los hijos y los hay que carecen de las habilidades y capacidades para una buena educación, pero es una minoría.
Algunas cuestiones a tener presente. El niño que se siente querido tiene más probabilidad de llegar a ser un adulto maduro que otro rodeado de bienes materiales pero sin afecto. La segunda es saber combinar límites y normas con no frenar continuamente las iniciativas y la capacidad de elegir, ni autoritarismo ciego ni el todo vale, ni límites rígidos y no razonados ni una exaltación enfermiza de una libertad mal entendida. Otra cuestión es la unión equilibrada del presente y del pasado, es necesario aprender de la historia y no tener que empezar siempre de cero. Es imprescindible que padres e hijos compartamos tiempo para conocernos mejor, aunque las condiciones laborales no siempre lo permiten.
Somos muchos los profesores que escuchamos las dudas, preocupaciones e ilusiones de nuestros alumnos e intentamos transmitir de forma adaptadas a ellos los conocimientos aprendidos en los años de estudios con el objetivo de enseñarles a ser personas sanas y honradas. En la inmensa mayoría de los alumnos se consiguen más logros que fracasos, pero también tenemos desaciertos.
Algunas cuestiones a tener presente. Debemos procurar el no caer en generalizaciones que descalifican la labor de la mayoría de los profesores, entre otras razones porque no ayuda en la labor conjunta de formar a nuestros jóvenes. Diferenciar lo esencial de lo accesorio será fundamental si no queremos tenerlos estresados, antesala del fracaso escolar. Es fundamental animarles y ayudarles a valorar el trabajo bien hecho, hacerles ver que con esfuerzos salen las cosas, aunque a veces se resistan. Proporcionarles una enseñanza estimulante con niveles de exigencias adecuadas a las distintas edades, ni objetivos inalcanzables ni regalados. Y una educación basada en principios generales no cuestionados continuamente, como el respeto, la aceptación, el diálogo como base del entendimiento.
Si queremos tener hijos y alumnos que trabajen y maduren es fundamental que los adultos proporcionemos una visión positiva de la vida y que lo hagamos desde el optimismo y el refuerzo positivo y no desde el control desmesurado y el castigo continuo, entre otras razones porque se hacen resistentes al mismo.
Padres y docentes debemos confiar unos en los otros y compartir información y criterios. Reflexionar sobre las exigencias a las que tenemos sometidos a nuestros hijos y alumnos mejorará la vida de todos.