Al nacer vemos la luz, sentimos las primeras sensaciones físicas y comienza un aprendizaje lento y seguro que nos convertirá en seres humanos. El primero procederá de la familia, con padres y hermanos mayores como principales protagonistas, después abuelos, tíos y primos. A continuación llegará el colegio, en el que aparecen nuevos adultos y los iguales con los que se compartirán aulas y descansos. A partir de ese momento se multiplican los contactos y personas con las que nos relacionamos, con especial relevancia para compañeros de estudios, de actividades y para los amigos.
Aprendemos a lo largo de todos los días de la vida hasta que el corazón y la mente se detienen y dan paso a eso que desconocemos, el más allá o la otra vida. Los primeros años son de gran intensidad en la adquisición de información y destrezas, la infancia y la adolescencia completarán esa avalancha interminable de enseñanzas y aprendizajes. Seguirán los estudios universitarios y técnicos y se culminan las etapas más ricas en el proceso formativo. Después bajará la intensidad, pero continúa siempre.
Nos ilustramos con las lecciones del profesor que, con ciencia y paciencia, nos desgrana y explica el contenido de la asignatura hasta que un buen día le demostramos tener los conocimientos que certifican la consecución de los objetivos marcados. Nos formamos gracias a todos los hombres y mujeres que se cruzan en nuestro itinerario de vida, de algunos adquirimos experiencias para desarrollarnos como personas y de otros la manera de no parecernos a ellos.
Hoy es un buen día para acercarnos a los que tenemos a nuestro alrededor y dejarnos instruir por ellos. Con algunos podremos tratar la manera de afrontar la situación de desempleo, es posible que nos den lecciones de cómo luchar contra las dificultades y nos den la posibilidad de ver la madurez de buscar trabajo con tal de seguir adelante. Podremos aprender de esas personas que afrontan con esperanza y positividad los fracasos afectivos. Nos podrán transmitir estrategias para crecer queriendo a los demás, cuidando nuestra propia persona porque para querer es preciso quererse a sí mismo.
También es época de sueños rotos y de ilusiones difuminadas y será conveniente que nos acerquemos a los que siguen luchando por conseguir sus metas. Pueden enseñarnos a no temer a las dificultades y posibles fracasos, a seguir soñando y a encontrar sentido a la vida.
De muchos sacaremos enseñanzas para estar más feliz con uno mismo y ver el alrededor con nuevas miras. Y cuando digo muchos, me refiero a personas con autismo, con síndrome de Down, a enfermos, inmigrantes, niños y mayores… si no nos quedamos en la superficie y miramos con detenimiento lo que son.
Hoy es un magnífico día para mostrar nuestro sincero reconocimiento a las personas por sus saberes, instrucciones y vivencias, si estamos abiertos a lo que nos puedan transmitir. Si nos acercamos con actitud de apertura, entonces nos enriqueceremos con enseñanzas vividas por otros y nos haremos mejores personas y nos aportarán claves para hacer el entorno un poco más habitable.
Dedico estas líneas a los que están en la vida con humildad y honestidad, con afán de superación, conocedoras de sus potencialidades y de sus limitaciones y dispuestas a compartir lo que saben, sienten y viven. No es de inteligentes prescindir de aquellos que tienen mucho que enseñarnos, aunque puedan ser contenidos difíciles de compartir. Por desgracias podemos hacer de menos a verdaderos maestros de la vida.