Dedico mis palabras a D. Alfredo Pérez Rubalcaba y a tantos que nos enseñan y han enseñado el camino de la paz y de la convivencia. Aquí no hay política, hay agradecimiento.
Todos las identificamos porque hacen del lugar donde habitan pequeños remansos de paz y tranquilidad. Son personas sensibles, santas, virtuosas, que viven y experimentan la obligación moral de intentar ser y hacer las cosas un poco mejor cada día y eso les supone también ayudar para que la vida sea más plena.
Espléndidos seres con una peculiar manera de interpretar los signos de los tiempos y de estar en el mundo. Intentan interpretar y leer el día a día buscando el compromiso con ellos mismos, con los que tienen al lado y con la naturaleza y suelen conseguirlo en la mayoría de las ocasiones. Desean facilitar la existencia a los demás, sabiendo acoger al que les gusta y también a los que no les resultan tan agradable. Sostienen al que se cae por los muchos problemas de la vida, acompañan al que está junto a ellos y también al que se despista en su camino y se encuentran dispuestos a abrir las puertas a los que la aporrean con sus desnudos nudillos. Estas cualidades y capacidades no son innatas, sino que las aprenden desde la cuna en la familia, en las escuelas y con los que tienen cercas. A ellos les resultan fáciles de asimilar y poner en práctica, y a la mayoría nos cuesta retenerlas y necesitamos que nos las recuerden con cierta frecuencia.
Reconocemos como ejemplares a muchas personas y son innumerables las que están disfrutando del premio de la eternidad por tanta gratuidad y compromiso demostrado. A bastantes las hemos conocido y queridos y con algunas compartimos la alegría de convivir y si no, quién no ha tenido la suerte de contar con abuelos o padres o hermanos o hijos o miembros de comunidad o amigos o vecinos… que supieron colorear con maestría y exquisita precisión los diferentes acontecimientos, también los tristes y dolorosos, de sus historias y de las de los demás.
Es evidente que muchos estamos lejos de este ejemplar proceder pero eso no es excusa para no seguir intentándolo, convencidos de que al final de cada jornada estaremos un poco más cerca. Tengamos presente que la sencillez explica y descubre la complejidad de lo que sucede y que hemos de aprender a disfrutar de los logros, aunque sean pequeños, porque aún con todas sus farsas, cargas y sueños rotos, éste sigue siendo un hermoso mundo que precisa continuar mejorando.
Son muchos los humano que comparten nuestro mismo espacio y tiempo y será desde el compromiso y desde los hechos como podamos convertir la monótona cotidianidad, no exentas de dificultades y contratiempos, en una manera divertida de crecer y madurar, buscando que se apoye en una sólida capa de optimismo y esperanza.
A sabiendas de lo difícil que resulta llevar a buen término lo que en estas líneas se quiere expresar, no por ello debemos desistir en el intento de entender que la ejemplaridad no consiste en hacer extraordinario lo que es ordinario, sino convertir lo difícil, complejo y heroico en asuntos fáciles, sencillos y habituales. Tengamos cuidado y esforcémonos en imitar a esas personas modélicas que nos han precedido y que nos acompañan y si eso practicamos estaremos más cerca de ser felices.