En el vientre materno descubrimos el deseo de saber cómo estaba nuestra madre porque se notaban sus cambios. Con los años aprendimos a preguntarlo al resto de los seres vivos hasta convertirlo en una acción social protocolaria, “¿cómo estás?” La inmensa mayoría de las respuestas son: “bien, gracias” y devolvemos la pregunta ¿y tú? ¿y vosotros?.
Así funcionamos después de siglos y siglos y no podemos quejarnos de cómo nos ha ido.
Ahora nos llega el gran desconocido, y a la vez familiar, covid 19 y sacamos nuestro protocolo a relucir. “Todos estamos bien” se convierte en una respuesta de mínimos. Lo que queremos decir con esa respuesta es que nadie de la familia lo ha pillado o, al menos, que ningún familiar o amigo íntimo está ingresado o en la UCI. Me parecen respuestas que nos protegen de tantas negatividades y desasosiegos y me parecen adecuadas y muy oportunas, pero yo hoy deseo saltarme el protocolo social y sanitario y hacer uso del “derecho a no estar bien”.
No estoy bien porque llevo desde el sábado 14 de marzo sin ver a mi madre de 90 años cumplidos en el confinamiento. Me preocupa su salud y su estado de ánimo.
No estoy bien porque han muerto demasiados, siempre lo son, españoles y residentes en España y también por los muertos en el mundo. Incluyendo a los millones de la hambruna y de las guerras. Rezo por todos ellos y sus familiares sin nombrar a nadie porque estas líneas deseo sean de todos.
No estoy bien por los muchos miles de infectados y muertos en el desempeño de sus trabajos y mis aplausos para los sanitarios, los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad, a los servicios de limpieza, los dependientes y trabajadores de los servicios de alimentación y reparto de mercancías, Iglesia Católica, ONGs y un largo etcétera. Gracias por desempeñar vuestros trabajos con calidad, dignidad y entrega.
No estoy bien porque veo a mis hijos y a mis alumnos y al resto del sistema educativo desbordado por una educación online diseñada a base de buenas voluntades y de muchas horas de trabajo pero sin tener la más mínima certeza de su efectividad y justicia. Mis aplausos también por vosotros, docentes y alumnos. Es urgente que expertos en educación, informática y conciliación familiar (cualquier padre y madre) trabajen para diseñar un nuevo Sistema Educativo preparado para estas emergencias que podrían repetirse.
No estoy bien por los millones de personas desempleadas, por los que han padecido un ERTE, por los que ni se les ocurre buscar trabajo porque es una pérdida de tiempo, por los que no saben si abrir o no abrir sus medios de vida porque las cuentas no salen. Por los que tienen cada día menos y especialmente por los que hoy ya no tienen nada.
No estoy bien porque el miedo y la desconfianza se han instalado en nuestras vidas, aunque ahora el deseo de recuperar lo perdido nos lleva a la imprudencia y a la negación con el consiguiente peligro que tiene eso.
Seamos prudentes si queremos seguir siendo. Y a pesar de todo, la vida conserva sus sonrisas.