Dedico mis palabras cargadas de sentimientos a nuestros seres queridos fallecidos con el deseo de que hayan encontrado la felicidad eterna. La muerte genera inquietud y a nadie deja indiferente, hasta tal punto que puede agobiar su mera pronunciación. De ella tenemos experiencias, porque a todos se nos han muerto seres queridos: abuelos, padres, hermanos, amigos. Hay quien, incluso, ha tenido la enorme desgracia de enterrar a un hijo.
La muerte es personal e intransferible y aunque deseemos dar la vida por alguien, no le ahorraremos ese trance. Es un acontecimiento que afecta al sujeto, a la familia y a su sociedad. Es algo natural, común a todo ser vivo y la afrontamos acompañados, pero el tránsito lo hacemos solos. La muerte nos inquieta y nos cuesta afrontarla.
Nos aleja de las personas que queremos, de los proyectos inacabados, de las ilusiones, y de un largo etcétera. Nos produce desconcierto. Enterramos a nuestros seres queridos y les seguimos queriendo, les echamos de menos, les percibimos en los recuerdos, en el aire. Nos duele la muerte porque nuestro amor no desaparece y este amor se encarga de que la vida venza a la muerte. Están con y entre nosotros, aunque no podamos verles ni tocarles, pero sí sentirlos en lo más hondo de nuestro ser. Por ti, siempre unidos.
Invito a crear un estilo de vida basado en los sentimientos, en la confianza, viviendo desde el presente, admitiendo las pérdidas y los cambios, aceptando lo que no se puede modificar y sustituyendo lo que sí se pueda. Hay que buscar el sentido a lo que uno hace y es, aunque sea algo sencillo y sin importancia, con la esperanza de que nuestra realidad social, afectiva y espiritual transcienda el tiempo y viva en los demás. Un estilo de vida basado en ayudar, en el que se valore el esfuerzo y la solidaridad. Es crear una vida en la que se comprenda al que lo pasa mal y se aliente al que no puede más.
Todos los días mueren personas porque la muerte no descansa, como tampoco lo hace la vida. Comencemos a practicar este estilo de vida que nos hace solidarios con el dolor del prójimo. En la vida somos nosotros los que decidimos qué hacer ante cada situación, intentemos que nuestras elecciones nazcan de una perspectiva positiva, que nos lleven a estar mejor con nosotros mismos y con los demás, y si nos confundimos entonces rectificamos y volver a intentarlo. Difícil, pero no imposible.
Muchos hombres y mujeres, algunos conocidos por nosotros, nos dieron las claves con sus vidas y sus despedidas físicas para afrontar este tema difícil de la muerte y a ellos les pertenecen estas palabras mías y estos recuerdos nuestros, además de la eternidad.