La soledad es un estado considerado negativo en la sociedad actual y nos genera rechazo. Supone falta de compañía, ya sea humana o animal y puede generar sentimientos de inutilidad y sensaciones de pérdida de sentido de la vida. Es difícil de soportar cuando no se cuidó la propia existencia ni cuando tenemos aquello a lo que la persona se empleó a fondo, ya sea familia, amigos, trabajo, salud o todas a la vez.
La dedicación a los demás y el salir de sí mismo es una misión noble y dignifica a quien lo hace, pero no es menos cierto que olvidarse de cuidar y fomentar la compañía del propio yo, en cuerpo y espíritu, nos enfrenta a un vacío vivencial difícil de soportar. Si nos colocamos frente a un espejo y lo miramos podremos ver el reflejo del que siempre está en nuestra piel, nosotros. No estamos solos, estamos con nuestra mismidad, con la propia biografía, con todo lo que representamos. En este estar con lo que somos es fundamental y de vital importancia conocerse y quererse, eso que llamamos en los últimos tiempos, autoestima.
Debemos aprender a vivir con nosotros mismos, con sus muchas grandezas y algunas miserias, sin huidas a través de redes sociales, o móviles, o Internet y sus variaciones de comunicaciones virtuales. Ni con los entretenidos juegos informáticos o televisivos o, en el peor de los casos, a través del peligroso mundo del juego, del alcohol y las drogas. Este aprender a querernos ha de ser el objetivo principal de la educación dentro de las casas, en las aulas académicas y de la vida, si deseamos tener hombres y mujeres comprometidos con el mundo. Huir de la realidad, sea cual sea, sin afrontarla es el primer paso del fracaso, del desaliento y de la soledad.
La soledad impuesta, como puede ser la de bastantes personas mayores y enfermos, genera inseguridad y miedo. Es importante combatirla junto a las personas que nos quieren y acompañan, con los voluntarios y las prestaciones sociales. Ahora bien, no es esta la soledad más dañina porque existen soluciones como las apuntadas.
La soledad del que no se soporta, del que reniega de su vida y de los suyos, del que ha perdido el sentido de su existencia, del que maldice el momento de su nacimiento o ve absurda su presencia en el mundo es muy dolorosa e insoportable y supone una amenaza para el sujeto porque no ve salida a esa situación.
El no tener a nadie físicamente cerca no tiene porqué ser sinónimo de pobreza, de abandono, tristeza o aislamiento. Miremos hacia nuestro interior, saquemos las ilusiones y sueños, y comencemos a sentir el latido del corazón, el de los demás y la vida que emana del entorno y que nos envuelve en un afán de protegernos. Soledad y felicidad se unirán si nos queremos y proyectamos hacia la eternidad que suponen los demás y nuestras creencias. A los que la están padeciéndola dedico mis palabras de aliento y de ánimo y mis deseos de que encuentren paz y sosiego a sus días.