Observo el cielo con su infinidad de estrellas y percibo su grandeza, el silencio y la armonía que te atrae y sumerge en sus inmensidades. Surge la sensación de la propia pequeñez, de los límites espaciales y temporales del propio cuerpo y de la existencia. Ese mismo mundo supralunar, como afirmaba Aristóteles, que miraron nuestros antepasados y del que disfrutaron y se dejaron deslumbrar lo tengo ante mis ojos.
Interactúo con él gracias a sus estrellas fugaces y las acompaño con deseos que tengo en la mente y en el corazón. Es una actividad sencilla, solo se necesita oscuridad, mirar hacia arriba y después de unos minutos de espera te encuentras la magnitud de lo infinito y la pequeñez de lo limitado.
Me pregunto, sin ánimos de atormentados pesimismos, el porqué la evolución nos ha conducido hasta una existencia plagada de contradicciones. Al ser humano le sobra el momento en el que toma consciencia de la propia vida y la de los demás. A un nacer doloroso, a una educación llena de esfuerzos no siempre recompensados, a una preparación académica y profesional costosa para un trabajo inexistente o no elegido con libertad, a unas necesidades e imposiciones sociales y culturales que pueden ahogar y angustiar se le unen continuas despedidas y muertes. Se mueren los abuelos sin que nos demos prácticamente cuenta, también los padres, los tíos, los hermanos, vecinos y amigos, los desconocidos que aparecen en las esquelas o de los que nos hablan y están los olvidados, de los que no se dice nada. Todas nos van dirigiendo con mano dura y sin titubeos a la nuestra.
Me pregunto si tantos sacrificios a lo largo de la vida merecen la pena porque terminamos en el absurdo de la muerte. Tanto para tan poco podría ser el resumen.
Es posible que la vida sin consciencia pudiera haber sido más fácil, pero si no tuviera consciencia tampoco tendría conocimiento del amor, ni de la familia, ni de la amistad, ni del compañerismo, ni del gozo de la meta alcanzada o de la satisfacción de la recompensa recibida. Si me dieran a elegir entre no tener consciencia y ahorrarme el sufrimiento o poseerla y disfrutar de los logros, sin duda elegiría lo segundo porque el amor compensa todo lo demás.
En medio de estos pensamientos me sorprende una nueva estrella fugaz y formulo para mis adentros otro deseo difícil de que se cumpla, aún así pido la paz para todos.