Hoy es el Día de la Constitución y hace años de la muerte de mi padre. Ese día lloramos desconsoladamente, con la esperanza de una vida feliz, en la que él siempre creyó. Tuvo sus propias ideas políticas, de las que nunca se hizo esclavo, como la inmensa mayoría de las personas. En medio de sus ideas había algunas fundamentales y logró no saltárselas nunca. La primera fue respetar las ideas de los demás aunque no coincidiesen con las suyas; la segunda es que necesitamos unas directrices en la sociedad para vivir en paz y de ahí su respeto a la Constitución, día precisamente en el que murió.
Fue de la triste y desgraciada generación que vivió en su niñez la atrocidad de una guerra de hermanos y vecinos. Vivió y siempre recordó la muerte de dos hermanos suyos cuando él tenía pocos años, como les sucedió a otros miles y millones de españoles. Todas las muertes son de seres queridos y ninguna es mejor ni más valiosa que otra. Cada cual con sus muertos y mi padre los tuvo y por eso siempre valoró la importancia del respeto que se traduce en normas y leyes de convivencia.
Por respeto a él, a los tuyos y a los míos, a nuestros hijos y nietos, debemos cuidar y mimar los acuerdos alcanzados. Aquellos que se vayan quedando obsoletos, hay que modificarlos o cambiarlos pero nunca desde la imposición de unos sobre otros. Hay opciones que me gustan y otras que me gustan menos, incluso las hay con las que no coincido en casi nada, pero el respeto ha de presidir nuestras vidas.
Feliz día de la Constitución. Sé que mi padre goza de la vida eterna, fue un buen hombre con el deseo de que nadie vuelva a vivir más el horror de una guerra.