Tengo la fortuna de pasar unas horas a la semana rodeado de chicos y chicas de 1º curso de Bachillerato. Me resulta apasionante adentrarnos en el mundo de la filosofía con unos adolescentes de 16 y 17 años llenos de vida y de inquietudes.
Es mucho lo que aprendo de ellos y espero que sea recíproco. Este curso en el que hemos recuperado la normalidad ha sido muy especial y he sentido el calor y afecto de todos y desde estas líneas deseo agradecerlo. También a mis compañeros les doy las gracias por sus afectos correspondidos.
El primer día me centré en la parte de la ética y dijeron que la ética nos dice si algo es bueno o malo. Me pareció una escueta y acertada definición. Así iniciamos el recorrido por sus realidades personales y familiares, deteniéndonos en los aspectos de la vida que les preocupa, y salieron problemas con compañeros, algunas tensiones con los padres y también con los profesores y las notas.
Sintonizamos bien. Me sentí escuchado y sin saber el porqué tuve la sensación de que me dejaban preguntar por sus vidas. Firmamos un pacto verbal y escrito de confidencialidad que se ha cumplido. Les propuse una filosofía aplicada a sus vidas, basada en la confianza y en la discreción. El compromiso es que nadie puede sacar de la clase nada de lo que allí se trate.
La primera lección consistió en hablar del sentido de sus vidas, con tan buena suerte que todos perciben que lo tienen y que, en gran medida, procede de sus familias. La segunda lección fue tratar de las cosas buenas y malas de cada uno, de las dificultades con las que nos topamos en nuestro diario y sucedió, algo que no me esperaba, que se sinceraron y comentaron cuestiones de su intimidad.
Fuimos avanzando en el temario y les pregunté sobre los aspectos de los padres y de los adultos que más les ayudan a crecer y a ser mejores personas y aquellos que bloquean las relaciones. La condición fue opinar con libertad y con la mayor objetividad posible, sin valorar ni juzgar a los demás. Cada uno expuso lo que consideró oportuno y la respuesta recibida fue de un exquisito respeto.
Después pasamos al tema en el que se trata de los grandes problemas que tiene planteado el mundo que nos toca vivir a diario y el ejercicio consiste en elaborar un pequeño trabajo sobre algún problema sacado de nuestras calles. Hablamos de las drogas, el alcohol, la violencia en las aulas, la ludopatía, las negligencias admnistrativas, la violencia de género y contra los animales, la ecología, la violencia en el deporte, etc.
También hemos hablado del futuro inmediato de sus estudios y de lo que les gustaría ser el día de mañana, de sus ilusiones y miedos, de intentar ponerse en el lugar de sus padres cuando tratan con ellos, de los amigos. Son muchos los temas y sé que han aprendido que lo esencial no siempre se capta por los sentidos, que la dignidad del ser humano es incuestionable. Feliz verano y estaré encantado de volver a veros y charlar con vosotros.