Felices fiestas de Navidad y un magnífico año 2018. Comienzo esta reflexión con una frase repetida millones de veces en estos días, y lo hago con mis mejores deseos de que se haga realidad.
Navidad es vida, es nacimiento de un Dios hecho hombre. Es encuentro con los familiares, con aquellos que tanto ves y con los que la distancia no lo permite. Son comidas con compañeros que despiden unas jornadas laborales y que, entre risas y bromas, cierran muchas horas de trabajo compartidas. Navidad son compras, comidas esmeradas, sonrisas y buenas palabras. Navidad nos ofrece la posibilidad del reencuentro con ese familiar con el que, a veces ni recordamos los motivos, nos distanciamos y perdimos contacto.
Navidad supone profesionales trabajando para que podamos disfrutar el resto. Me dirijo a los sanitarios que veláis por nuestra salud, a las fuerzas y cuerpos de seguridad, a los bomberos y a los muchos que dejo en el anonimato pero no en el olvido. A todos os doy las gracias. Estoy convencido de que vuestro pesar por no estar con la familia se verá recompensado por el cumplimiento de un servicio público al que os sentís llamado.
Navidad son peticiones por las familias que tienen dificultades laborales, que padecen escasez en sus mesas, frío en sus casas y desánimo en sus corazones. A ellas les ofrezco mis ganas enormes de que el próximo año sea mejor. Traigo a mis recuerdos y sentimientos a esos muchos jóvenes que ven, con cierto asombro y tristeza, cómo no llega el trabajo para el que llevan años preparándose.
Se me viene a la mente los adolescentes y jóvenes que están perdiendo el encanto de sus años por no encontrar la motivación necesaria para la formación personal. Que hacen del ocio continuado el sin sentido de sus existencias y en el que demasiados descubren el alcohol y las drogas como acompañantes perniciosos de sus días. Ojalá coincidan con adultos que les comprendan, que apuesten por ellos y que les devuelvan el sentido perdido.
Me afloran los rostros y recuerdos de los que nos dejaron, de los que afrontaron ya su despedida, su muerte. Por muchos años que pasen seguís estando presentes y más en estas fechas. Nos acordamos de infinidad de circunstancias y se nos agolpan las vivencias compartidas, con algunas nos salen sonrisas y con otras asoman tímidas lágrimas. Los creyentes combinamos la pena de la separación con la esperanza del reencuentro, convencidos de que estáis gozando de la vida plena.
Mando mis ánimos a los que padecen alguna enfermedad, a los que sufren dolores que se resisten a desaparecer, a los que no tienen la comprensión de los demás. A los que se sienten solos, a los que soportan pesadillas por guerras y conflictos y a los padres que lloran por no poder reunir a la familia. A los que no pueden pagar las deudas porque perdieron el trabajo y ahora sufren injustas consecuencias.
Todo es Navidad porque la Navidad es vida y la vida tiene encuentros y desencuentros, gozos y penas, risas y llantos… Las manos de la inclusión siguen levantadas pidiendo lo que les corresponde.
Que seamos felices.