Estas fiestas han tenido diferentes valoraciones a lo largo de la historia por su exagerada permisividad con los placeres carnales de la vida y por las continuas y desenfadadas críticas contra las instituciones, ya sean civiles, políticas, económicas, religiosas. Durante décadas han sido cuestionadas, e incluso rechazadas y prohibidas, por sus excesos y desvergüenzas consentidas. Craso error prohibir las fiestas populares, sin más explicaciones que una moral no bien entendida.
En sus orígenes se encontraba el deseo de decir adiós a los errores del pasado, a las confusiones y maldades, con la aspiración de convertirse en mejores personas. Los tambores y disfraces nos avisan que el hombre viejo, egoísta y centrado en sí mismo, se va a transformar, después de un tiempo de sacrificio y esfuerzo, en un hombre nuevo, entregado a los demás y dirigidos hacia la santidad. Me gusta este sentido.
Muchos se disfrazarán y lo harán con el deseo de pasar unas horas alegres y divertidas con sus amigos, compañeros y conocidos, con la familia. Veremos trajes de todo tipo, desde los inspirados en inocentes dibujos animados para los pequeños, a los más burlones y críticos sobre políticos o futbolistas o famosos. Estarán los superhéroes y princesas, los de hombres para mujeres y el de mujer para los hombres. Seremos el personaje de nuestros sueños e ilusiones, aquello que la imaginación tantas veces nos presenta por gustos o antipatías y de ahí que los caricaturicemos.
Lo importante es caracterizarse de lo que desee cada uno, siempre desde el respeto a los demás y el buen gusto. También disfrutaremos con chirigotas y murgas, comparsas y desfiles.
Hay situaciones actuales preocupantes y desearía que fueran disfraces que nos pudiéramos quitar, como si fuesen simples caretas. Violación de las leyes de convivencia, corrupción, desempleo, desigualdad de género y territorial, violencia en las aulas y en las casas, etc.
Me gustaría que todos tomásemos conciencia del mal que causamos a nuestro alrededor y que estos carnavales nos anuncien el final de este dañino comportamiento. Buen momento para enterrar, junto a la sardina, los aspectos propios que no nos gustan. Espero que sean días de alegría, risas, bromas y ocurrencias desde el afecto y la sana convivencia. Aprovecho para darles las gracias a los que trabajan estos días para que el resto podamos pasarlo bien.
Bromas con respeto es crítica y diversión, bromas sin respeto es burla y crispación. Quedémonos con lo primero.