Ahora lo que procede es diseñarla, programar y que comience a formar a estos jóvenes estudiantes que nunca tuvieron esa oportunidad. Extremadura puede ser la primera, como lo ha sido en otras ocasiones en temas de justicia social. El título ya lo elaborará el Ministerio, eso es secundario. Estamos preparados para comenzar.
Atrás quedaron esas maneras lastimeras y eternamente infantiles de tratar a las personas con menos capacidades intelectuales. Ya se suprimieron las puertas cerradas de los centros asilares en los que pasaban casi toda la vida vagando por largos pasillos y reducidos patios. Se abrieron las propias casas para que salieran al mundo a compartir sus días, a formarse y estudiar, a disfrutar de cumpleaños, pasear por los parques, bañarse en las piscinas y gozar con las películas de cines. Las calles también son de ellos.
Tenemos un sistema educativo incompleto e injusto con los estudiantes que necesitan adaptaciones, no porque no se esfuercen sino porque necesitan más tiempo y algunos cambios. Todos los niños tienen el derecho y la obligación de acceder al sistema educativo. Se inicia con los tres años de la enseñanza infantil, para continuar con los seis de la primaria y se completa con los cuatros de la llamada enseñanza secundaria obligatoria, más conocida como ESO. Nos guste o no, así está establecido mientras no se cambie de nuevo. La inmensa mayoría de niños y adolescentes tienen una formación reglada obligatoria. Hay una minoría a la que se le hará una serie de adaptaciones curriculares para adecuar contenidos y metodología, que deberíamos revisar porque muchos docentes no están formados y no lo hacen o lo hacen mal. Al final de esos años, la mayoría puede obtener un título que les capacita para seguir estudiando o para afrontar la vida laboral.
Lo incompleto e injusto procede del diseño formativo curricular de los menos capacitados desde el punto de vista cognitivo, es decir, de aquellos que precisan adaptaciones curriculares significativas. Al final de los sus estudios obligatorios, no tienen reconocimiento oficial de sus logros ni de sus muchos esfuerzos y a partir de ahí se entra en un sin sentido y en un vacío formativo en cuanto nuevos itinerarios educativos.
No puede ser que a los padres de estos alumnos y a ellos mismos se les plantee solo tres opciones: repetir uno o dos años más sin saber para qué aunque haya superado los objetivos planteados, que pase a un centro de educación especial ocupacional o que se quede en casa. Respeto esas opciones si nacen de la decisión libre del chico y de la familia, pero no si son las únicas opciones posibles. Es de justicia diseñar una formación profesional, unos ciclos formativos adaptados, que les capacite laboralmente. Ciclos con sus objetivos a alcanzar y con unos requisitos a cumplir, diseñados por expertos en educación.
¿No hay nadie con acceso a los foros donde se legisla y que haga suya esta bandera de lucha por erradicar esta injusticia? La política no sirve para nada si no es para construir una sociedad más justa, de todos y para todos. Empecemos ya.