El indulgente Riley B. King falleció el viernes pasado a causa de unos problemas de salud derivados de la diabetes, con la que tuvo que lidiar muchos años. Pese a sus 89 años de edad, ha sido una muerte dulce, como la música que nos regaló a los oídos mientras lo tuvimos con vida. No sufrió. Se fue mientras dormía en su residencia de Las Vegas, la ciudad que dejó que King respirara sus últimas motas de oxígeno.
Todos los medios se hicieron eco de la noticia. No es para menos, y no es asunto pamema. Tiene la trascendencia e importancia que se merece, como cuando también fue noticia el ‘Rey del blues’, hace apenas dos semanas, por ser ingresado en el hospital, aunque, finalmente, se recuperó de las dificultades de deshidratación. Irónica y azarosa que es la vida a veces, pareció fagocitar el momento. Al menos, te preparan para el fatalismo.
Las semillas y el talento musical de BB King, directamente proporcional a su IMC (Índice de Masa Corporal), se hicieron notar bastante pronto en el Delta del Mississipi, donde él nació (1925), cerca de la ciudad Itta Bena. Se estableció entre la casa de su madre y abuela, pues su padre dejó huérfano a la familia cuando él apenas era un niño.
Sinergia con el blues
La mayor parte de su juventud la labró trabajando de aparcero y cantando las alabanzas al Señor en la Iglesia, donde se nutrió de los sonidos del góspel y country, antes de mudarse a Indianola, en 1943. Fue su periodo de mayor madurez musical, ya que bebió de clásicos del jazz y blues como Robert Johnson, T-Bone Walker o Charlie Christian. En 1946, se instaló en Memphis con su primo Bukka White durante diez meses, en los que le enseñó los primeros acordes del blues.
Tras ese tiempo de aprendizaje, King regresa a Indianola, pero sus problemas conyugales con Martha provocaron la decisión final de retornar a Memphis en 1948. Rápidamente, en el estado de Tennessee se comenzaron a emitir sus primeros temas en la radio WDIA, que fue pionero en retransmitir música negra. Fue en esa cadena cuando, por primera vez, el disc-jockey Maurice le describió como ‘The Beale Street blues boy” (El chico blues de la calle Beale -una vía del centro de Memphis-) que, posteriormente, acortó el nombre a blues boy, iniciales de su nombre B.B. King.
Años después, BB King fue testigo directo de una pelea entre dos hombres mientras tocaba en un local de Twist (Arkansas). La alteración de la batalla llegó a un momento tan trágico que, los propios integrantes de la riña, aprovecharon el queroseno, que debía calentar el ambiente, para quemarse entre ellos, con tan mala suerte que se incendió el edificio. B. B. King lo abandonó rápidamente, pero no dudó en entrar de nuevo para recoger, entre las llamas, su guitarra Gibson acústica.
Bautizo de Lucille
Al día siguiente, al enterarse de la muerte de dos personas durante el incendio y que el desencadenante del violento acto fue por una mujer llamada Lucille, King decidió llamar así a todas sus guitarras, que la mayoría serían Gibson ES-355. El legendario BB King fue, sin lugar a dudas, el guitarrista eléctrico más importante de la última mitad del siglo pasado. Su rasgada, cruda y confidente voz, junto a su estilo afroamericano, influyó a innumerables hombres del blues contemporáneo.
Gracias a ese matiz tan personal, fue capaz de adaptarse a diferentes estilos del género R&B. Entre 1951 y 1985, el artista tuvo 75 canciones en la lista de éxitos de la revista Billboard, que reúne los discos y canciones más vendidas de Estados Unidos. Obtuvo su mayor éxito con el tema ‘The Thrill is gone’, en 1970 y, junto a sus apariciones memorables en ‘El Show de Ed Sulivan’ con su banda American Bandstand, se consagró en la industria musical.
Fue a partir de ahí cuando emergió su carrera musical con acompañamientos de la talla de Eric Clapton, Blues Brothers, Koko Taylor, Bo Diddley, U2 o The Rolling Stones, quienes se lo llevaron de gira como telonero. Al mismo tiempo, que mantuvo su aclamada carrera en solitario como guitarrista.
Hoy, con grandes condecoraciones estatales, 15 GRAMMYs en su dilatada trayectoria profesional, su ingreso en el Blues Hall of Fame y en el Rock and Roll Hall of Fame, King ha dejado de respirar. Su proyección era tan amplia que, incluso, la NASA se ha despedido del artista con un mensaje oficial, además del propio presidente de los Estados Unidos, Barack Obama o sus amigos Budy Guy y Eric Clapton.
Su legado en España
Otro de sus mejores amigos y discípulos también ha tenido palabras de cariño el día de su muerte. El guitarrista español, Raimundo Amador, reconoció que a él no le hacía falta “saber inglés para comunicarme con él”, porque no había mejor relación entre ellos que cuando “tocábamos sobre el mismo escenario”.
‘Lucille’ ha perdido el alma. Ha perdido el sustento. Ha perdido la energía. Ha perdido fuerza. Ha perdido el sentido del tacto. Ha perdido maestría. Lucille jamás volverá a ser tocada, pero nunca perderá su armonía, porque no hay mejor legado en un músico que sus discos. Sus letras. Sus memorias. Sus recuerdos. ‘Lucille’ se queda manca, pero no muda.