El deporte está de moda y no sólo se practica para perder calorías. Cada vez más gente realiza spining, running o aeróbic, por ejemplo, con el fin de mejorar su salud, tanto física como mental. Es más, a día de hoy, se está utilizando el deporte casi como una “medicina” para tratar ciertas dolencias y patologías.

Ahora bien. Algunos expertos advierten de que al igual que cualquier otro tratamiento o medicación, la actividad deportiva también debe ser suministrada en las dosis adecuadas. Sobre todo si quieren evitarse ciertos efectos secundarios desagradables.
“Hay que ser prudente, especialmente si la persona padece alguna patología. El ejercicio es una poli-píldora que beneficia a muchos sistemas orgánicos. No obstante, como cualquier tratamiento tiene que ser administrado con unas pautas y seguimiento médico adecuado, y en este sentido, es preciso regular tanto la intensidad como la regularidad deportiva, dado que la adaptaciones fisiológicas en el organismo son muy importantes”, según Eduardo Ortega, profesor de la UEx y experto en inmunofisiología,.
En sus años de trabajo, el equipo de científicos que dirige Ortega, el Grupo de Investigación Inmunofisiología: Estrés, Ejercicio Físico, Envejecimiento y Salud de la Universidad de Extremadura, ha podido comprobar que no todas las actividades físicas generan los mismos beneficios por igual a toda la población. Así, los ejercicios que requieren un elevado esfuerzo físico, como correr a intensidad elevada por ejemplo, pueden ser desaconsejables para determinadas personas con síndrome metabólico por obesidad, hipertensión o diabetes.
De hecho, en el caso concreto de las personas diabéticas, por ejemplo, sobrepasar una determinada intensidad “que desarrolle respuestas de estrés e inflamatorias elevadas y desreguladas” puede desencadenar una resistencia a la insulina y con ello un aumento de niveles de glucosa en la sangre. De ahí que, Ortega y su grupo, aconsejen a determinados sectores de la población, con problemas de salud muy concretos, “cuidar mucho la intensidad del ejercicio y realizarla bajo supervisión y consejo médico”.
Además, de sus trabajos se desprende que un esfuerzo por encima de las 120 pulsaciones, por minuto, podría ser contraproducente en personas sanas si éstas están “incubando” algún tipo de enfermedad infecciosa. Una gripe por ejemplo. En este caso, según subraya el experto se podría estar alargando la convalecencia por una inmunosupresión que afecta al sistema inmune del enfermo.
Eso sí. En estos casos lo más conveniente, no es optar por un modo de vida sedentario. Lo correcto es realizar entrenamientos regulares o ejercicio habitual de tipo moderado como andar o pasear en bicicleta durante al menos 35 minutos. Para el investigador por moderado debe entenderse ” realizar una actividad física que permita ir al mismo tiempo hablando con otra persona sin mucha dificultad”.
No obstante, esta intensidad poco recomendable en determinadas situaciones, puede ser altamente beneficiosa si la persona está completamente sana y no está incubando ninguna enfermedad que los días previos pueda predecir por sentir dolores musculares o la boca seca. En estos casos, “el ejercicio intenso puede prevenir nuestro cuerpo de determinados agentes patógenos”. Como subraya Ortega, el ejercicio sí pero “con prudencia y sabiendo qué nos puede ser más beneficioso” pues en cualquier caso evitar el sedentarismo es de crucial importancia para preservar la salud.