Por fín podemos gritar a los cuatro vientos que la veda del senderismo queda abierta, y es que los que maquinamos internamente en las grutas de Geográfica, desde hace ya bastante tiempo esperábamos este ansiado momento. Sierra de Gata fue el enclave agraciadamente elegido para que los amantes al mejor senderismo le dieran la bienvenida al otoño que poco a poco se abre un hueco entre el frío que ha de llegar.
San Martín de Trevejo, con sus empedradas y caudalosas calles, regadas por una virgen agua manada desde lo más profundo de la Sierra de Gata, nos recibió con sus mejores galas y un cielo abierto y soleado. Las primeras admiraciones venían de la mano del peculiar dialecto con el que sus habitantes se comunican, un “Mañegu” que se exhibe incluso en la nomenclatura de cada calle.
Los primeros pasitos de colores que Geográfica te invitó a dar requerían su esfuerzo, ya que así lo demandaba la pendiente a superar, pero poco a poco, la atención depositada en la pendiente se diluyó en atractivos mayores que a nadie pasaba desapercibido, como el inmaculado estado de la Calzada Romana que desde antaño, castellanos y extremeños emplearon a fín de incentivar su mercado común.
Nuestro cuadro se seguía dibujando, y lo que entonces parecían bellos trazos pasaron a ser delicadas pinceladas de luz y color, todo ello provocado por el protagonista de cada otoño extremeño, el Castaño (Castanea sativa), que en Santa Clara es si cabe, aun más protagonista. Brinzales y chirpiales buscaban su lugar en el ciclo de la vida, mientras que los pies de mayor madurez nos brindaban con sus imponentes portes y sus caducas hojas, la sombra y temperatura ideal para completar nuestro recorrido con las mejores sensaciones.
Pero los más viejos del lugar buscaban su momento, y allí fue donde los centenarios castaños de Santa Clara sacaron pecho ante la privilegiada vista. Sus tortuosas cortezas mostraban al viajero las heridas de guerra sufridas años atrás, algo que en muchos casos superan los 200 y 300 años de antigüedad. Los erizos y castañas que a sus pies permanecían estáticos nos anunciaban la buena nueva del comienzo de la otoñada, y con ello el frío y la lluvia que algunos empezamos a necesitar.
Acebos, avellanos, tilos y mostajos adornaron con sutiles toques de color al conjunto de nuestra gran obra maestra, culminada en lo más alto de Santa Clara con un Robledal de Melojos que no hacían más que advertirnos del fín de la ascensión e invitarnos a disfrutar del amplio mundo que faltaba por descubrir en la solana hacia Eljas.
Un paisaje destacado por la continua floración de roca madre con forma de bolo granítico nos permitía disfrutar de un horizonte desprovisto de vegetación, concediendo al frágil ser humano disfrutar de la grandiosidad del mundo en el que puede ser considerado privilegiado vivir. Amplias extensiones de tierra, todas ellas aprovechadas por el hombre de algún modo, es lo que nos reservaba la vista al frente. En lo más alto del “Cancho del Cuervo” torres de piedra vigilaban si nuestras viandas eran dignas del esfuerzo realizado. Buen queso y mejor vino lleno de orgullo y admiración a las gigantescas piedras que nos rodeaban, al ver como festejábamos lo
exitoso del recorrido.
Nuevamente los robles emergieron, y con ellos Eljas, que desde el horizonte más próximo nos reclamó para concluir en sus laberínticas callejas la primera de las actividades de senderismo que Geográfica tiene reservada para tí y los tuyos. Un atractivo recorrido por el pueblo de Eljas, a fín de conocer sus edificaciones más singulares sobre los bolos graníticos que adornan las laderas de sus sierras, nos condujo hasta la Plaza Mayor, donde se puso punto y final a nuestra actividad.