¿Qué queda tras la lluvia en el Jerte? Agua, y más agua, verde de musgo, diamantes en los arroyos cuando se refleja en los saltos de agua, olor a tierra húmeda, el frescor de la vegetación de las riberas, piedras mojadas (que pueden resbalar), la alegría de los pájaros que se intuyen por sus cánticos entre la exhuberante vegetación de los castaños, los alisos, los robles, los almendros en los que apuntan las flores rosas, y los cerezos, algunos ya blancos, otros, aún verdes. En definitiva, belleza limpia, y la sensación de que no hace falta irse muy lejos para redescubrir el paraíso.
Esa sensación fue la que experimentaron los senderistas de Geográfica, que recorrieron el domingo, día 7 de abril, el camino del agua y las flores de los cerezos que une Piornal con Navaconcejo: 12,5 kilómetros de paseo hacia abajo, con el valle del Jerte enfrente, y las vistas panorámicas de los pueblos del Torno, Rebollar, y de las sierras de Tormantos y las nieves que aún coronan Béjar.
Y de regalo, un pequeño desvío para visitar la espectacular cascada del Coazo, donde los senderistas se encontraron con una larga cola para poder fotografiarse con el salto de agua como fondo: un hito turístico en plena naturaleza.
El camino parte desde Piornal, el puerto más alto de Extremadura, situado a 1.250 metros de altitud. La ruta es fácil, hacia abajo, y transcurre entre un ahora muy exhuberante bosque de ribera, con alisos que crecen hermosos en mitad de los arroyos, castaños, robles de montaña (que en la zona llaman rebollos), acebuches, fresnos y arces de Montpellier.
La primera sorpresa es una cascada espectacular, preciosa y que no tiene nada que envidiar a la más conocida de Caozo: el llamado salto del Calderón, que además de la vista, ofrece el atractivo de su rugido del chocar del agua contra las piedras, y que llena todo el alrededor de una nube de minigotas que brillan bajo el sol.
Detrás del salto del Calderón hay otro tesoro, el puente romano de los Molinillos, que es como un rincón de cuento de los Hermanos Grimm, en el que sólo falta que se aparezca el duende.
Descendiendo por la garganta Bonal, los caminantes pueden disfrutar de la aventura de toparse con algún arroyuelo que tienen que saltar con la ayuda de piedras, y también de un descenso junto a la ribera en el que hay que vigilar donde poner los pies para no resbalarse entre las hojas y los pedregales húmedos aún por las lluvias.
Tras el pequeño desvío para visitar la cascada del Caozo, el camino ya discurre entre los cerezos, cultivados en los bancales que redibujan con forma geométrica la sierra. En la parte superior del valle los cerezos aún se encuentran con sus hojas verdes, con las flores aún encerradas en pequeños capullitos coronados por puntitos blancos.
En el descenso, ya bajando por el valle más cerca de Navaconcejo, los cerezos ya parecen haber despertado ofreciendo un espectáculo, aún irregular, de árboles adornados con las flores blancas, del mismo color que podía atisbarse en la sierra de Béjar, al fondo.
Al llegar a Navaconcejo, tras miles de fotos a los cerezos, otro regalo esperaba a los caminantes: el río Jerte crecido, lleno de fuerza, encajonado entre piedras y árboles, prometiendo una maravillosa temporada de baños en toda sus riveras en cuanto llegue el calor del verano.