Esta ruta rayana parte de la Plaza de España de Alconchel (1.873 habitantes), o Terrero, como prefieren llamarla los alcocheleros. Tras estacionar el coche en la diáfana plaza de este pueblo blanco enfilamos la calle Corredera, amplia avenida jalonada de grandes caserones. Desde los primeros pasos no perdemos de vista el castillo, que domina los Llanos de Olivenza desde el cerro de Miraflores, monopolizando la mirada del caminante. Llegamos pronto a un ensanche con algunos detalles de arquitectura lusa, aquí se alza la torre del reloj.
En una de sus esquinas nos topamos con varios lugareños que nos invitan tomar el refrescante agua de la fuente. El goteo de vecinos alrededor de los caños y de la amable conversación es incesante. Aliviada la sed proseguimos el camino por la empinada calle de la Cárcel, giramos a la izquierda y damos con el sendero original que subía a la fortaleza de origen árabe. Son pocos ya los que utilizan este angosto camino flanqueado por muros de piedra que serpentean la ladera.
A ambos lados dejamos algunos huertos y pequeños rebaños. Alzamos la vista y allí se alza el castillo, con sus remozados accesos y su imponente atalaya. Compartimos conversación con la guía, que da cuenta de los prometedores proyectos turísticos para el monumento: un alberque a cuyas habitaciones no acaban de llegar los muebles, un restaurante, una cafetería… De momento su discreta sala de conferencias acoge algunos cursos, charlas y otras actividades culturales. Recorremos todas las dependencias: aljibes, el perímetro de la muralla, su patio de armas, a sala que acoge el Centro de Interpretación de las Fortificaciones del Gran Lago de Alqueva, y por supuesto su torre del homenaje, desde la que se divisan impresionantes tapices de olivos y encinas, además de una planta fotovoltaica que afea bastante el paisaje. Abandonamos la fortaleza cuyas piedras hablan de dominio árabe, de la posterior Reconquista cristiana y de los sempiternos enfrentamientos entre pueblos de la Raya ajenos a las disputas fronterizas de sus reinos.
Bajamos por el vial empedrado que desemboca en la calle Venero, una pequeña pista asfaltada que nos lleva directamente a la parte antigua de la villa. Desde allí subiremos por un ancho camino hasta el Cerro de la Esperanza hasta un pequeño templo dedicado a la advocación mariana del mismo nombre. Se trata de un camino poco transitado que se va estrechando conforme ascendemos. Aunque la capilla se encuentra en estado ruinoso, merece la pena observar su bóveda abierta al cielo por los derrumbes.
Bien merece el esfuerzo por disfrutar del conjunto de una estampa dominada por el castillo y del pueblo blanco y limpio a sus pies. Una ruta de unos ocho kilómetros que nos despierta las ganas de volver a Alconchel para realizar la Ruta por el camino de los Jarales hasta el Convento de Nuestra Señora de la Luz.
Ángela Murillo
Más información: 924 42 00 01 y alconchel@dip-badajoz.es