Puente próximo a la ermita:: J.A. NAHARRO
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Conocer el gran patrimonio cultural de Torrequemada, un pequeño pueblo cacereño, de apenas seiscientos habitantes, enclavado en los Llanos de Cáceres era el objetivo con el que partimos de Badajoz el pasado dos de noviembre. En la Plaza del Reloj nos esperaba Paquita, la alcaldesa de la localidad, que improvisó una pequeña ruta por la dehesa boyal.
Interior de la ermita:: ARQUEONATUREX
Nuestra primera parada fue en la casa de María Jesús, la guardiana de los templos del pueblo, que nos confió la llave de la ermita del Nuestra Señora Del Salor, el principal objetivo de la ruta. Continuamos por la Charca de Arriba hasta las zahurdas llamadas aquí corralas. Construidas con granito se conservan diseminadas por la dehesa, como representantes de la identidad del pueblo. El día está muy luminoso y la dehesa luce muy bella salpicada por enormes piedras de granito, algunas con formas enrevesadas que sin duda ha esculpido la lluvia.
Seguimos nuestra andadura por la Ribera del Salor, cruzando el río por un antiguo vado, antes de llegar al puente del XVI, sustituto de otro más antiguo, quizás de época romana ya que éstas tierras pertenecían a la antigua colonia Norba.
Subiendo una pequeña elevación se encuentra la Ermita, con un exterior muy defensivo, casi hermético salvo por algunas saeteras. Tiene tres puertas de acceso. La norte, con un arco apuntado, está decorada con ángeles de cabellos rubios y vestimentas ondulantes que parecen revolotear alrededor de la rosca del arco. Accedemos al templo por la puerta sur, no sin antes admirar el pequeño porche que la precede. El interior es enigmático, el espacio se va descubriendo poco a poco a medida que la luz penetra. La primera impresión es la de estar en un templo musulmán, con su espaciosa nave, escasamente iluminada, de arcos de ladrillos apuntados que tienden a la herradura, decorados unos con elementos vegetales y otros con antiguas composiciones islámicas.
Sin embargo, sus magníficos frescos situados en los muros de la nave, con escenas de la vida de Jesús, nos sitúan en una iglesia católica, fundada por caballeros cacereños de la Orden de Ntra. Sra. del Salor en 1345, que custodiaban una talla románica desaparecida tras el paso de las tropas francesas por el lugar. Tumbas antropomorfas excavadas en la roca, alquerques y otros juegos de la época rematan la visita tras la que volveremos al pueblo para degustar su famoso cochinillo asado.
Ya por la tarde, con María Jesús como guía, visitamos la iglesia de San Esteban, de arquitectura gótica, pasamos por el Palacio de los Duques de Abrantes y subimos a la parte más alta del pueblo, donde se encuentra la torre, incendiada en las guerras civiles de la Edad Media. El pueblo es tranquilo y de gentes agradables que se afanan en dar a conocer al visitante su rico patrimonio y mantener las tradiciones como la chaquetía y la posterior comida en la dehesa. Un lugar que deja prendado al visitante.
Amparo Carrasco | Arqueonaturex