Alonso y yo empezamos a grabar entrevistas con un móvil. Llegamos a casa de Presen Pulgarín y yo estaba muy nerviosa, no sabía dónde colocarlos ni dónde ponerme, no sabía cómo empezar ni qué imágenes grabar. Ellos se sentaron. Yo estuve una hora de pie, sosteniendo el móvil en la mano, intentando que el cansancio no me afectara, grabando desde diferentes ángulos. Cuando llegué a mi casa, estaba tan emocionada que pasé el vídeo al ordenador y me puse a montarlo. De pronto me vi llena de dudas, con un formato de vídeo que no me aceptaba mi primer programa: Ulead VideoStudio 11.

El segundo aparato electrónico con el que grabamos fue un ipod. La imagen era más clara, sobre todo en los lugares cerrados, aunque el sonido era igual de malo. El móvil tenía algo bueno, que era más grueso y más fácil de agarrar. El ipod se me resbalaba y era más complicado aguantar una hora de entrevista (hora y media en algunos casos). Desde que empezamos a utilizarlo con La Ratita, cantaora de flamenco, hasta que cayó en desuso por lo mucho que lo maldije, la mayoría de los entrevistados en algún momento de la conversación paraban y me decían que me sentara, que estaría muy cansada, que si necesitaba algo, incluso alguno me propuso dejarme un trípode para apoyarlo, pero yo no me fiaba de que si no estuviese en mis manos el ipod grabara.

El día que grabé por primera vez con una cámara fui muy feliz. Sin embargo, ese día Alonso tuvo una brillante idea que me ha amargado hasta hace unos meses. La cámara era pequeñita, muy fácil de manejar y tenía su trípode. Ya no tenía que aguantar una hora con la mano cansada. La genial idea de Alonso fue pasarme su sonido de las entrevistas, que él registraba en una grabadora para después transcribirlo, para que yo lo compaginara con el sonido de los vídeos.

Yo tengo un problema con el doblaje de las películas: no soporto ver que los labios se mueven de una manera diferente a lo que la voz dice. Y de repente, me veía cortando trozos de entrevista en vídeo y buscando en audios de 80 minutos lo que el vídeo seleccionado reproducía. Pasé de tardar una hora en realizar el montaje a tardar cinco. Se acabó convirtiendo en una obsesión en la que quitarle un segundo o subírselo a un audio era la solución. No fui capaz de terminar un montaje sin que todos los vídeos tuvieran correctamente su audio. Labios y voz se compaginaban.

Así hemos estado la mayoría del tiempo, con vídeo y audio independientes, y así empezamos Cáceres Insólita. En las grabaciones con mucho ajetreo, Alonso estaba por su lado y yo por el mío. Esto nos pasó en el mercadillo. Él llevaba la grabadora y yo la cámara. Yo estaba al lado de un señor que se quejaba y Alonso al lado de un policía que pedía calma. Cuando vídeo y audio se juntaban, el montaje no cuadraba.

Ahora por fin tenemos una cámara con micrófono y mis obsesiones se han ido. No sé cuánto tiempo nos durará, porque como conté hace unos días, el micrófono está sufriendo algunos percances. Ahora mi preocupación es otra: la iluminación. Cada vez que grabamos por la noche (Una noche con los piquetes, Locura de abril y mayo, Si aquí no hago dinero te corto los cojones, Se cierran los pubs, no las procesiones) tengo que buscar una farola o  la luz de las cámaras de los fotógrafos para iluminar la imagen. En algún caso, también hemos llevado una linterna, pero Alonso se mueve mucho y controlar el movimiento de la cámara con una mano a la vez que con la linterna en la otra sigo su cabeza, es bastante complicado.

Esperemos que Cáceres Insólita siga creciendo y que algún día tengamos un foco. O que Alonso deje de mover tanto la cabeza.