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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Modernizando a Alonso de la Torre

Desde que conozco a Alonso de la Torre, mi primer propósito ha sido rejuvenecerlo. Además de enseñarle los trucos y secretos de las redes sociales entre los jóvenes, he hecho todo lo posible por introducirlo en ese mundo. La primera vez que vio Tuenti, se sorprendió de lo fácil que es mentir: los jóvenes ponemos wapi, tQ, bsts y acto seguido entramos a ver las nuevas amistades, sus fotos, sus comentarios, y comenzamos a criticar: en esta foto tiene el culo gordo, mira con quién se besa en esta otra…

El Facebook, que es más para gente de su edad, ya lo entendía antes de conocerme. Sin embargo, le mando invitaciones de juegos como “Island Paradise”, “The Sims Social”… y no se atreve. Con Twitter en cambio, empezó lanzado: el primer día que lo registré ya sentía que tenía una importante labor social. A mí me hacía mucha gracia, porque estábamos tomando unas tapas en un bar y de repente, se puso a hacer fotos a la comida para twittearla.

Mientras comíamos antes de hacer una entrevista, esa misma semana que lo inicié en Twitter, más que hablar en la mesa nos comunicábamos mediante tweets. Alonso le hacía fotos a su arroz de matanza y yo a mi ensalada. Él pinchaba en mi plato y dejaba restos del suyo, y yo me quejaba, pero siempre en Twitter.

Con las redes sociales ya está más calmado. Al menos, ahora, mientras comemos, hablamos. Su indumentaria también era otro tema que me preocupaba. Me indignaba cada vez que me decía que se había comprado una camisa, nada especial para mi gusto, que le había valido 5 veces más por la marca que otras más bonitas.

Harta de tanto cocodrilo y tanta pijada cara, decidí llevármelo a Menacho y darle una buena ración de ropa buena, bonita y barata. Springfield, Zara y Pull and Bear se han convertido en su nuevo fondo de armario. Después de haber conseguido esto, ya me veo hasta con fuerzas para que deje de ser protocolario y vaya con la camisa por fuera, o incluso, con calzonas. Aunque eso ya sería demasiado pedir.

Solo me falta un último objetivo por conseguir para quitarle la etiqueta de “abuelo”. Tengo que terminar con ese Alonso hipocondríaco que chochea. Es el último paso para rejuvenecerlo. A mí me pone de los nervios cuando refunfuña, como un abuelo,  porque no me abrigo, porque voy en mangas cortas cuando está lloviendo o con falda en invierno. Me hace gracia cuando me manda mensajes antes de salir de casa, pronosticándome la temperatura. Yo comprendo que le dé miedo constiparse. Alonso en el instituto era de los que hacía los exámenes orales a mucha distancia para no contagiarse de los alumnos. Digo que lo comprendo porque yo soy de las que se constipan unas 6 veces al año, pero no soy capaz de contagiarle mis virus.

Aunque si he conseguido meterlo en Twitter y en Springfield, seguro que lo meto en la cama con fiebre como me llamo Carolina.

 

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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