La televisión está haciendo mucho daño a nuestra sociedad. Si las niñas hace tiempo que dejamos de querer ser princesas, por no ponernos a la altura de Belén Esteban, los niños no quieren ser menos. Ya se ha quedado antiguo, tal vez desfasado, el prototipo de hombre romántico. Esos niños que en una etapa de su vida soñaban con ser los apuestos y valientes hombres de Pasión de Gavilanes, o los simpáticos y modernos cantantes que salieron de la telenovela Rebelde que enamoraban a sus chicas con canciones y buenas acciones, ahora caen en el lenguaje vulgar de la serie de moda: La que se avecina.
El sábado por la noche salí a disfrutar de los conciertos que hubo en la Plaza de San Jorge. Volviendo a casa con unas amigas entrada ya en horas la noche, nos cruzamos con un grupo de jóvenes. Si los burdos piropos de los obreros pueden parecer insuperables, el “fenómeno Amador” puedo asegurar que los sobrepasa. Ya no eres “guaaaapa” o “ruuuubia” sino “chochete” y no te endulzan la oreja con frases bonitas, sino que te ofrecen un pinchito, merengue, salami… Vamos, que más que ligar, si eres una persona un poco ingenua, crees que te están invitando a cenar.
Amador se define como un “vividor follador”. Sin embargo, como podemos ver en la serie, apenas se come una rosca. Mal ejemplo al cogido los jóvenes de ahora si quieren ligar.