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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

El taladro despertador

Hace unos años leí El vecino de abajo, una novela de Mercedes Abad. Trata sobre la vida de una traductora amante del orden y la simetría que se ve perturbada de repente por las obras que inicia su vecino de abajo sin previo aviso. A partir de ahí, ella enloquece por el ruido a las ocho de la mañana de martillos y taladros. Su objetivo será aniquilarlo.

Cuando me vine a vivir a Cáceres, hace ahora justo un mes, la única pega que le puse a la zona era que acababan de comenzar unas obras que tenían pinta de durar mucho tiempo. Siendo hija de un obrero y tal y como está la cosa, intento no quejarme por el ruido, pero es incomodísimo. Todas las noches abro la ventana de mi habitación. Las dos primeras semanas que estuve en Cáceres, como solía ir a clases, me levantaba antes de que comenzaran las obras y no las sentía. La semana pasada con la huelga, no madrugaba y en cuanto los taladros funcionaban y los camiones empezaban a llegar, ya podía cerrar la ventana, esconderme bajo las sábanas o apretar la almohada sobre mi cabeza, que me despertaba.

Aún no me he acostumbrado a mi nueva cama. Me cuesta dormir por las noches y tomo algunas infusiones para conciliar mejor el sueño. El domingo no me acosté hasta las cinco de la madrugada y a las siete tenía que levantarme para ir a clase. Puse varias alarmas en el móvil y el despertador, para que no se me pegaran las sábanas. Cuando abrí los ojos por la mañana, había demasiada claridad para ser las siete. Todas las alarmas estaban inhabilitadas. El ruido estruendoso de un taladro entraba por mi ventana.

Yo no llevo una vida ordenada y simétrica. No me importa tener que vivir con un poco de ruido, pero tanto empieza a desquiciarme, sobre todo esas mañanas en las que no me suena el despertador y la cama me posee. Espero no tener que llegar al punto de la protagonista de la novela y que mi objetivo vital sea aniquilar al que realiza la obra. El mío no es el vecino de abajo, es el de enfrente, el Colegio Josefinas. Y No está ahora el ambiente como para gastar bromas con muertes y monjas, en este caso. 

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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