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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Aprender a decir NO

Tengo un problema: me gusta ser correcta y quedar bien con todo el mundo. Llevo muy mal no poder estar cuando alguien me necesita, cuando veo que puedo ser útil para algo. Si un amigo me solicita para tomar un café, dar un paseo, desahogarse por un problema que ha tenido o contarme una buena noticia, ahí estoy yo. Y eso está muy bien, pero me lleva por mal camino. Desde que estoy en Cáceres, tengo tanta gente con quien quedar, que a lo mejor en cinco horas tomo café o cañas con tres personas y en tres lugares, ambos diferentes. A veces veo que es imposible, que no va a darme tiempo, pero no sé decir que no a un amigo, prefiero llegar unos minutos tardes a no estar cuando me necesitan.

Cuando era pequeña, por no saber decir que no, acabé apuntada a cursos de informática, de mecanografía… Siempre me dejaba influenciar por lo que les apetecía hacer a mis amigas y bueno, a mí todo lo que sea aprender cosas nuevas me gusta, pero hasta cierto punto. Hace un par de semanas, con Nazaret, mi compañera de clases y de aventuras cacereñas, estuve buscando por la universidad cursos en los que matricularme. Encontramos uno de detective privado que nos molaba. Ya nos imaginábamos creando nuestra propia empresa de espías, ella en plan Sherlock Holmes, yo más inspector Gadget. Cuando llamamos para informarnos nos desilusionamos, se nos iba de presupuesto: 1200 euros el primer y segundo año y 1700 euros el tercero.

Otro día, que yo me encontraba mal y no pude asistir a clase, Nazaret estuvo buscando cursos por su cuenta. Cuando me llamó me dijo que había encontrado dos muy interesantes. Uno de guiones de cine, que la verdad, me entusiasmó mucho, y otro de flamenco, que me asustó bastante. Intenté decir que no, que no me apuntaba, pero me convenció: “Si vamos a dar la historia del flamenco” Y yo pensé: “Bueno, total, por aprender algo nuevo…” Días después me han comentado que nos enseñarán a taconear, a tocar las palmas… y yo ya voy avisando que soy arrítmica, que ni a la hora de aplaudir una actuación llevo el compás.

Pero lo peor de todo, no ha sido eso. Esta mañana, cuando venía en el bus empapada de agua, con el pantalón chorreando y la gente mirándome como si me hubiera orinado encima, me he acordado de Nazaret y me he prometido que la próxima vez sabré decir NO. El otro día fuimos al Carrefour a hacer la compra. Al pasar por la tienda de animales, paramos a echar un vistazo. Iba todo muy bien, hasta que de repente Nazaret me dijo: “¿Nos compramos unos peces?” Yo, que no sabía cómo decirle que no, ya me veía volviendo a casa todos los días a tiempo para cambiarles el agua y echarles de comer, marcando mi vida por cuidar de unos animalitos pequeños que necesitarían de mi atención. Y en efecto, esa tarde, después de hacer las compras en el Carrefour, fuimos a Colón donde nos dijeron que había una tienda donde los había más baratos. A las 7 de la tarde, subíamos por la Avenida de la Montaña con una garrafa de ocho litros, llena de agua de Fuente Fría, unas peceras de los chinos con piedritas del parque del Rodeo y dos peces de colores, propiedad de cada una, dentro.

Este fin de semana tocaba volver a Arroyo y no podía dejar a los peces solos en el piso de Cáceres, sin cambiarles el agua y sin darles de comer. Solución: coger la pecera, envolverla en un par de bolsas de plástico y traerlos conmigo en el bus de vuelta a casa. Ya se imaginan donde ha caído la mitad del agua de la pecera. Cuando iba llegando a la parada que hay enfrente del Hotel Extremadura para esperar el bus, he tenido que parar a vaciar agua de las bolsas en una papelera. Aún no me explico cómo han llegado vivos a casa con los golpes que se han dado con las piedritas del Rodeo y la poca agua que les quedaba.

Después de ese mal rato, del miedo que tengo a hacer el ridículo teniendo que tocar las palmas  o haciendo que me como una manzana (ojala fuera al estilo Tony Leblanc) y del estrés que he sufrido por quedar a tomar café con tres personas a la vez el mismo día y escuchar sus problemas, creo que va siendo hora de decir ¡Noooooo! y hacer las cosas con calma, en su debido momento, si es que hay que hacerlas.

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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