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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Aguantando el chaparrón

Todos los jueves hago visitas culturales por la Parte Antigua y los museos de Cáceres con un grupo de amigos. La idea comenzó un día que quedamos para ver la exposición “Orígenes”, que ocupaba parte de la Plaza Mayor hasta hace una semana. Como hasta las doce y media del mediodía no abrían, decidimos mientras tanto visitar la fundación Mercedes Calle. Terminamos el día en la Plaza Marrón, tomando cañas en Le Petit Café, tras haber pasado por la oficina de turismo, la Torre de Bujaco, San Jorge, ver varios patios en Santa María, besar los pies a San Pedro y llegar con el tiempo justo a la Plaza de las Veletas para  adentrarnos en el Aljibe.

El jueves pasado era la segunda sesión. Tocaba ver el Museo Árabe, el Barrio Judío, el Rincón de la Monja… y algo más si nos daba tiempo. Por desgracia, el tiempo atmosférico no estuvo de nuestra parte, llovía demasiado. Sin embargo, eso no pudo pararnos. Íbamos aguantando la lluvia como podíamos, refugiados bajo los paraguas, con los pies empapados de agua. Parecíamos turistas que habían venido un par de días a Cáceres y no tenían tiempo que perder ni oportunidad de recorrer la Parte Antigua en otra ocasión.

Llevábamos en la mano el mapa que nos habían dado en la oficina de turismo, íbamos hablando sobre nuestra primera parada, el Museo Árabe, que se encuentra en la Cuesta del Marqués, y de pronto, una chica que estaba bajo el Arco de la Estrella, nada más subir las escaleras que dan a la Parte Antigua desde la Plaza Mayor, nos escuchó y se interesó por nuestro tema de conversación. Se acercó a nosotros diciendo que no era de Cáceres y le intrigaba mucho saber dónde estaba ese Museo Árabe al que íbamos, para visitarlo algún día. Fue muy simpática y nosotros se lo explicamos encantados. Y al final, cuando ya nos había cautivado, nos vendió la moto: llevaba unos panfletos de publicidad con el menú del día de uno de los restaurantes de la Plaza Mayor que se encuentran bajo los portales. Nos ofrecía, por diez euros, elegir entre trece primeros y segundos platos, postre y al café nos invitaban al decir que íbamos de su parte. Al principio pensamos en lo barata y rica que estaba la comida que nos esperaba en casa hecha por nuestras madres con cariño y conservada en los tupperwares, pero fue decir que había secreto ibérico y a algunos de mis compañeros les cambió la cara, se les caía la baba.

Esa mañana tuvimos que suspender la visita turística al estar el Museo Árabe cerrado y apretar aún más la lluvia. Al volver a casa, cuando pasamos otra vez por el Arco de la Estrella, allí seguía aquella fantástica relaciones públicas, solitaria ante la escasez de turistas. En esta ocasión, íbamos hablando de que un paraguas tenía una gotera, ella no pudo aguantarse y entró en la conversación: “A mí me pasa lo mismo”, decía mientras nos lo indicaba. Recogidos de la lluvia ya bajo los portales en la Plaza Mayor, unos comentábamos lo buena vendedora que era, a pesar de las condiciones atmosféricas que sufría, y otros se relamían pensando en el secreto ibérico, que quedó pendiente de ir a probar otro día, cuando en vez de estudiantes pudiéramos disfrutar a precio de turistas.

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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