Pertenezco a esa generación de niños que crecieron viendo y escuchando cintas de Los payasos de la tele mientras sus padres se emocionaban recordando su infancia. Me gustaban sus canciones pegadizas, el buen rollo que transmitían y, sobre todo, que eran diferente a las demás cosas para niños que por entonces había.
Hasta el año 1999 aproximadamente, que empezaron a emitirse en la 2 de TVE Los Trilocos, los encargados de educarme divirtiéndome cada mediodía cuando llegaba de clase eran los Rugrats, aquellos traviesos bebés en pañales tan peculiares, Las tres mellizas, a las que castigaba la bruja Aburrida haciéndolas partícipes de un cuento o un hecho histórico para que aprendiesen la lección de los errores que cometían, Los Digimón, animales que vivían en un mundo digital, el digimundo, y tenían súper poderes… Pero a mis 7 años, con la llegada de Chifo, Mané y Fofito, Los Trilocos, empecé a ver más allá de dibujos animados, de ficción y fantasía. A raíz de sus canciones, muy al estilo de Los Payasos de la tele y dirigidos por Miliki, aprendí como años atrás, en su infancia, lo hicieron mis padres, con el mismo espíritu soñador e ilusionado.
Tras mucho tiempo sin saber nada de él, prácticamente desde que abandonó Los Trilocos, Fofito vuelve a sorprenderme con el anuncio de Campofrío, y de la mejor manera posible: despertando ilusión, llamando chorizos a Moody’s y pava a Merkel, mostrándonos que España tiene un Curriculum Vitae bastante grande como para dejarnos eclipsar por cualquiera que venga de fuera. En mi infancia, Fofito me guio el camino, me ayudó a plantar los pies en el mundo real, olvidándome de cuentos fantásticos y mundos digitales. Ahora Fofito hace lo mismo. En el fondo, el Digimundo y Angélica, la malvada prima de Tommy Pickles, el protagonista de los Rugrats, no se diferencian tanto de Moody’s y Ángela Merkel.