Ayer por la tarde, paseando por Cánovas, estuve ojeando los puestos de libros. A un lado me aparecía Kafka, al otro Calderón de la Barca, más allá Cervantes… pero la noche estaba triste, yo, constipada, y más que interesarme por literatura clásica, necesitaba algo que me subiese la adrenalina.
Soy de ese tipo de personas a las que les gusta escuchar las conversaciones de la gente. Más que cotilla, me defino como curiosa. Creo que se aprende mucho de las experiencias y vivencias de los demás. Así que ayer, mientras leía la sinopsis de libros que debería conocer, más que nada por estudiar Filología, un grupo de chicas, en torno a los 14 años, se acercó a donde yo estaba mirando libros y, con su conversación, colmaron mi necesidad de adrenalina. Decía una: “Mi madre está leyendo un libro guarro”. Yo automáticamente pensé en “Cincuenta sombras de Grey”, mientras ellas lo buscaban como si de algo prohibido se tratara. Me recordaban a mí la primera vez que entré en un sex shop, riendo entre asustada y avergonzada cada vez que veía unas bolas chinas o un consolador.
Para unas adolescentes de 14 años, echar un polvo vainilla o que les penetren la boca, leído en un libro, debe de ser porno duro. Supongo que les dará morbo y curiosidad imaginar esas acciones, despertando en ellas un interés sexual que antes desconocían. Mientras tenían el libro en sus manos y buscaban en las páginas “frases guarras”, entre risas y miradas a todos lados por si llegaba alguien que las reconocía, las imaginaba cogiendo la novela de la mesilla de noche de su madre, leyendo a escondidas y empapándose con cada obscenidad.
Al igual que entiendo el comportamiento y la curiosidad de niñas adolescentes, también comprendo la necesidad de señoras cuarentonas y cincuentonas de volver a sentirse vivas sexualmente, si hay algo claro es que “Cincuenta sombras de Grey” va dirigido a ellas expresamente. Sin embargo, lo que no me entra en la cabeza es que ese libro haya tenido éxito entre la gente de mi edad. Supongo que, o no todos los jóvenes estamos tan liberados sexualmente como parece y sigue habiendo tabúes, o a mí, Wilt, de Tom Sharpe, mi libro favorito, a los 16 años me abrió mucho la mente. Total, un polvo vainilla, lo más exótico que tiene es el nombre, Wilt se acostaba con una muñeca hinchable, con la mujer de su amigo, a la que ensalzaba sus pechos grandes continuamente, y todas las noches, mientras sacaba a pasear a su perro, soñaba con matar a su esposa. A ver si supera eso Christian Grey.