Decía el otro día el Ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, que si veía un yogurt en la nevera, ya podía tener la fecha de caducidad que quisiese, que si tenía hambre, él se lo comía. Yo voy más allá, creo que cuando eres estudiante, ni te fijas en cuándo caduca; si tiene buen color el alimento, va directo a la boca.
Una madrugada me ha entrado hambre (ya estoy poniéndome a punto para los exámenes y tengo los roles totalmente ajetreados). He ido a la nevera, que estaba medio vacía, porque ya digo que estos días son un poco locos, y entre tres docenas de huevos, que me da miedo comer porque el otro día me salió uno malo y me traumatizó el mal olor, apareció un rulo de cabra que ni recordaba que tenía.
Tras llevar un rato esperando a que se deshiciese un poco, pensaba yo que estaba duro por el frío de la nevera, empecé a comer. Estaba un poco fuerte, más de lo que suelen estarlo ese tipo de quesos. Después de 10 minutos saciando mi apetito, hice algo que nunca suelo hacer: mirar la fecha de caducidad. Fue tal mi sorpresa, que casi salgo corriendo al baño a vomitar. Ponía: 14/12/12. Vamos, que llevaba casi un mes caducado.
Ahora, tras las declaraciones de Arias Cañete, no sé hasta qué punto es fiable alimentarse de comida caducada. Me ha creado la incertidumbre de: ¿Estará bueno esto o estará malo?, algo que creo que un ministro no debería hacer. Desde luego, no creo que vuelva a comerme un alimento que haya caducado hace un mes, pero estando en mi nevera, si ha caducado tres días antes, sí que haré uso de él. Lo que no volveré a hacer nunca es tomármelo en un restaurante, donde un par de veces me han puesto filetes de pollo caducados y en malas condiciones, y como a los huevos de mi nevera, les he cogido pánico. Espero que ahí, en los restaurantes, por aprovechar la comida, no se tomen a rajatabla lo que dice nuestro ministro.