Dice Sabina que huyendo del frío buscó en las rebajas de enero y halló una morena bajita que no estaba mal… ¡Qué envidia! Yo aún no he podido ir a las rebajas, me siento como una monja de clausura sin salir de casa, con un calor de miedo por la caña que le estoy metiendo al flexo y, para colmo, ni morenos bajitos, ni gorditos peludos… ni siquiera humanos de carne y hueso: Cervantes y García Márquez me acompañan en mi soledad, que, por suerte, espero, no durará cien años.
Ya no puedo santiguarme a San Septiembre, el ‘moderno julio’ no vale, no es tiempo suficiente. Ahora vienen los arrepentimientos: “¿Por qué no habré ido a clase?, ¿Por qué no he entregado los trabajos?, ¿Por qué siempre me pasa lo mismo?… Tantos porqués que más que respuesta, encuentran una solución incierta: en el segundo semestre no falto ni un día.
Sí, señores, me hallo como buena estudiante, de las que estudian el día antes, agobiada, haciendo trabajos y leyendo libros a contrarreloj, esperando que no me coja el toro y pueda salvarme de una gran masacre. Sabina encontró el amor verdadero en las rebajas de enero, yo, con encontrar un abrigo bonito al 50% de descuento y cinco aprobados, me conformo. Seis sería pedir demasiado.