Estos días de exámenes, los baños de la biblioteca central del campus y de las facultades están faltos de papel higiénico. No se trata de exámenes ni de acumulación de alumnos, sino de reducción de becas, de robo de rollos de papel higiénico por ahorrar dinero en la compra.
Cada día me resulta una práctica más habitual, que antes solo conocía de oídas, de comentármelo la gente, y ahora he visto con mis propios ojos. Nunca entendí hasta estos días de exámenes por qué las cajetillas del papel higiénico tenían llave, por qué estaban la mitad reventadas y por qué solo reponían una o dos en los servicios de cada facultad.
Es increíble hasta dónde hemos llegado para poder llegar a fin de mes los universitarios. Ahora, con el retraso de la resolución y el pago de las becas, la mitad están asustados. Es una gran desmotivación. Yo ya no me incluyo, llevo cinco años sin beca y mi ilusión por costearme mis propios gastos y por luchar por sacar el 90% de las asignaturas a lo largo de este tiempo ha ido decayendo, hasta el punto de que me da lo mismo sacar la carrera en cuatro que en cinco años.
Es una pena que en el momento en el que hay más ganas de estudiar por no haber trabajo, no haya dinero para los que no pueden costeárselo. Ya he ido viendo poco a poco, en los tres años que llevo de carrera, cómo había alumnos que tenían que volver a sus pueblos, cómo decidían dejar la carrera, aplazarla, hacerla a distancia para ahorrar los gastos del piso o, simplemente, dejar de estudiar y de soñar con tener un futuro prometedor.
Hoy es el papel higiénico, ¿qué será mañana?