Envidio esas ciudades con carril bici en las que los estudiantes pueden ir a la universidad pedaleando, sin hacer uso innecesario de coche propio o transporte urbano, y más cuando, como en Cáceres, las facultades están a las afueras. Me gusta, cuando voy a ciudades como Sevilla, ver a empresarios de traje y corbata yendo a sus lugares de trabajo en bicicleta, a gente, que no tiene tiempo para volver a casa a comer, con una cestita llena de alimentos… observar por todos lados aparcamientos para bicis, lugares para alquilarlas a un buen precio, que para las personas que hacemos turismo de vez en cuando, dos o tres días, salen poco rentables, pero para sus habitantes, es bastante moderado.
En Cáceres, con la de cuestas que hay, es imposible ir a la universidad en bicicleta. No tengo conocimiento de ningún valiente que se atreva. A veces se me ha pasado por la cabeza intentarlo, total, bajar desde Hernán Cortés, por la Plaza de Toros y el colegio Diocesano hacia el campus, es fácil, todo cuesta abajo. Lo difícil es volver.
Hace unos días, me enteré de que habían quitado la beca Séneca, otro de los tantos deterioros en educación que nos está haciendo sufrir la política de este gobierno. Tenía pensado cursarla, antes de enterarme de esta mala noticia. Ya soñaba con qué ciudad elegiría, cuál me proporcionaría la tranquilidad y armonía que tanto necesito y la vida cultural que tanto me influye. Ya me imaginaba cogiendo una bici por las mañanas, a la puerta de casa y poder desplazarme tranquilamente hasta el campus, evitando atascos de tráfico.
Mis sueños, al igual que la beca Séneca, ya no son posibles.